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La violencia es un tema habitual y de enorme preocupación, presente en las relaciones familiares, la
escuela, el trabajo, las calles... Vivimos envueltos en acciones que
provocan daño físico y psicológico. Aunque
todos terminamos sufriendo por ello, muchas prácticas violentas han pasado a
digerirse y tolerarse socialmente hasta el punto de ser entendidas como
comportamientos normales e incluso deseables por el colectivo. Esto obliga
a comenzar por abrir ventanas que permitan identificar sus diferentes caras,
expresiones y manifestaciones a fin de asentar el punto de partida hacia la prevención. De manera que el trabajo
educativo por hacer es enorme, todo un desafío, y la responsabilidad debe
ser coproducida partiendo de la toma de conciencia
individual, el hogar, hasta llegar al lugar institucional como la
escuela, la empresa, gobiernos encargados de crear estrategias de políticas
públicas y por supuesto los medios de comunicación con su comprobado alcance masivo.
En esta oportunidad quiero referirme a una de las formas de
violencia que muchas veces se presenta de un modo enmascarado, y que
resulta incluso popular, en algunas culturas más que en otras. Ejemplo de
ello lo observo en Twitter, los domingos por las noches cuando comienzan a gotear
tweets procedentes de diferentes cuentas
con toda clase de burlas, bromas y chistes contra el participante de turno en
la versión venezolana del programa de concursos “Quién quiere ser millonario”, manifestándose descarnadamente esa forma de violencia que llamamos
chalequeo.
Chalequeo se le dice, en mi país, a la costumbre de divertirse a costa de los
demás, al juego, la chanza, la broma, la
burla o la descalificación insistente hacia alguien o hacia el compañero o
compañera, por parte de un grupo de personas o de pares. El chalequeo es una de
tantas formas de violencia naturalizada, una suerte de bullying sin ser visto
como tal, asumido prácticamente como deporte nacional en mi país, respondiendo al
carácter jocoso, bromista y burlón del venezolano.
Cabe aclarar que una cosa es reírse con los demás y otra muy diferente es reírse de los demás. Burlarse o ridiculizar a otros es violencia,
invisibilizada, enmascarada, pero violencia a fin de cuentas.
Sin ser conscientes de
ello, los adultos terminamos por convertimos en los principales maestros del
bulliyng para los niños. Dentro del ámbito
estudiantil, los niños y jóvenes, entre
compañeros de clase, reproducen el chalequeo como expresión de intolerancia y
rechazo al diverso, como una forma de venganza que se vale de las
descalificaciones, ofensas y burlas para obtener reconocimiento grupal. La
organización venezolana CECODAP ha
realizado estudios que confirman el hecho de que muchas de las agresiones
verbales y físicas entre los escolares, tienen su origen en el chalequeo.
Muchos de los actos vandálicos en la escuela,
comienzan a partir del chalequeo.
El chalequeo puede progresivamente convertirse en conflicto, agresión y
hasta la muerte por homicidio o suicidio.
Ciertamente el humor, resaltar el lado cómico, risueño, divertido
de la realidad, es deseable y forma parte fundamental de las personas, pero es
necesario repensar sobre el modo en que lo usamos y expresamos, ¿lo hacemos como
una forma inofensiva de diversión o lo hacemos para discriminar, excluir y
burlarnos de otros?, ¿nos estamos riendo con
los demás o nos estamos riendo de
los demás?.
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