jueves, 30 de mayo de 2013

La importancia de palabrear a los niños

Por Berna Iskandar



Me emociona  cada vez que recibo testimonios como el de este papá que asistió a uno de mis Talleres de Crianza Respetuosa y escribió en twitter lo siguiente: “¡Muy buenos días, Berna! Te cuento que practiqué la forma respetuosa de cambiarle el pañal que nos enseñaste el sábado en Maracay y mi hijo se portó genial, relajado y lo mejor de todo es que no tuve que gritarle.  Gracias.” Otras mamás y papás ansiosos por encontrar una fórmula para lograr el mismo resultado con sus peques,  al leer el comentario, me pidieron que les explicara el método. Pero, como no se trata exactamente de un método, ni tampoco de perseguir un único fin como cambiar pañales respetuosamente, sino que se trata de un principio que debería orientar nuestra aproximación en general hacia los pequeños, les prometí que se los explicaría en un post. Así me puedo extender un poco más y queda colgado en la web para todo el que quiera leerlo.

Veamos. La psiquiatra infantil Francoise Dolto, cuyo ideario sirvió de base a sus  discípulos quienes se constituyeron en los pioneros de la consolidación de los Derechos del Niño, partía del principio de que sin importar lo pequeño que fuera y al margen de que maneje o no el lenguaje verbal, un ser humano tiene la misma capacidad de compresión desde que está en el vientre de la madre hasta el día de su muerte. La terapia de Dolto con los niños,  consistía  en explicarles todo aquello que les circundaba, en informarles lo que ocurría en su entorno, en ayudar a poner palabras a todo lo que el niño podía estar sintiendo o deseando, etc.  Tal y como la psicopediatra francesa afirmaba de un modo sustantivo y preclaro, los adultos desestimamos las capacidades de entendimiento y el potencial de los niños para buscar por ellos mismos aquello que les oriente frente al mundo que comienzan a conocer y a explorar, lo cual nos lleva a dar sistemáticamente órdenes en lugar de comunicar e informar. Para ilustrarlo, Francoise Dolto usó el ejemplo de un turista japonés que llega por primera vez a París, explicando que, en ese caso, otro adulto no le daría órdenes sobre lo que debería hacer o los lugares que debería visitar. Simplemente le ofrecería la información necesaria (el funcionamiento del transporte público, los mejores lugares para comer, etc.) respetando su integridad y tomando en cuenta su deseo  para que pueda desenvolverse en una ciudad a la que acaba de llegar y que no conoce.

Si confiáramos en las capacidades intrínsecas y habilidades innatas de los pequeños para comprender, para co-producir, para crear y construir progresivamente el modo en que enfrentan, asimilan, se adaptan o modifican el mundo, si respetáramos y reconociéramos su integridad como personas, le informaríamos al niño en lugar de ordenarle e imponerle, además de que nos esforzaríamos por indagar su deseo y su opinión en cada situación. Y aquí viene el ejemplo del pañal:  en lugar de quitárselo directamente sin decir nada,  o sin dar ninguna explicación, le informamos al niño lo que está ocurriendo en ese momento, “mi amor, el pañal se ensució, debes sentirte incómodo, vamos a cambiarlo… ahora lo voy a retirar… en este momento te voy a lavar con agua… ahora vas a sentir un poco de frío, etc. ...”  Es muy importante reconocer y ponerle palabras a lo que el niño puede estar sintiendo. Por ejemplo, si llora o se incomoda le podemos decir, “yo sé que te molesta cuando hacemos esto… es lógico que llores… entiendo lo que sientes, a mi también me desagrada cuando me hacen algo que no me gusta…  ya va a pasar, vas a ver que luego te vas a sentir limpio y cómodo, etc.”  Y así, al igual que con el pañal, con todo lo demás. Cuando vamos a salir, explicarle a dónde vamos. Si lo dejamos a cargo de otra persona, en lugar de irnos sin avisar, explicarle con quién se queda, a dónde iremos y cuando regresaremos, etc. En resumen, informar, describir, palabrear constantemente y con un discurso transparente lo que acontece alrededor, lo que el niño puede estar sintiendo, incluso lo que como adultos sentimos en un momento dado y que puede ser percibido por el niño, permite que, por pequeño que sea, aunque maneje  o no el lenguaje verbal,  el niño progresivamente vaya dando estructura a la experiencia que acontece en un mundo que comienza a conocer y que muchas veces puede resultarle inquietante. Y esto se logra, en primer lugar, en la medida en que  renunciemos a nuestro punto de vista adulto, arrogante y prepotente, desde el cual acostumbramos a imponer a partir de la creencia de que “niño no es gente”, ni es capaz de entender nada.  Y, en segundo lugar, cuando estamos en condiciones de establecer una mirada adulta  consciente capaz de nombrar la realidad emocional desde un discurso veraz, no distorcionado. 


Twitter. @conocemimundo


La importancia de palabrear a los niños

Por Berna Iskandar



Me emociona  cada vez que recibo testimonios como el de este papá que asistió a uno de mis Talleres de Crianza Respetuosa y escribió en twitter lo siguiente: “¡Muy buenos días, Berna! Te cuento que practiqué la forma respetuosa de cambiarle el pañal que nos enseñaste el sábado en Maracay y mi hijo se portó genial, relajadoy lo mejor de todo es que no tuve que gritarle.  Gracias.” Otras mamás y papás ansiosos por encontrar una fórmula para lograr el mismo resultado con sus peques,  al leer el comentario, me pidieron que les explicara el método. Pero, como no se trata exactamente de un método, ni tampoco de perseguir un único fin como cambiar pañales respetuosamente, sino que se trata de un principio que debería orientar nuestra aproximación en general hacia los pequeños, les prometí que se los explicaría en un post. Así me puedo extender un poco más y queda colgado en la web para todo el que quiera leerlo.

Veamos. La psiquiatra infantil Francoise Dolto, cuyo ideario sirvió de base a sus  discípulos quienes se constituyeron en los pioneros de la consolidación de los Derechos del Niño, partía del principio de que sin importar lo pequeño que fuera y al margen de que maneje o no el lenguaje verbal, un ser humano tiene la misma capacidad de compresión desde que está en el vientre de la madre hasta el día de su muerte. La terapia de Dolto con los niños,  consistía  en explicarles todo aquello que les circundaba, en informarles lo que ocurría en su entorno, en ayudar a poner palabras a todo lo que el niño podía estar sintiendo o deseando, etc.  Tal y como la psicopediatra francesa afirmaba de un modo sustantivo y preclaro, los adultos desestimamos las capacidades de entendimiento y el potencial de los niños para buscar por ellos mismos aquello que les oriente frente al mundo que comienzan a conocer y a explorar, lo cual nos lleva a dar sistemáticamente órdenes en lugar de comunicar e informar. Para ilustrarlo, Francoise Dolto usó el ejemplo de un turista japonés que llega por primera vez a París, explicando que, en ese caso, otro adulto no le daría órdenes sobre lo que debería hacer o los lugares que debería visitar. Simplemente le ofrecería la información necesaria (el funcionamiento del transporte público, los mejores lugares para comer, etc.) respetando su integridad y tomando en cuenta su deseo  para que pueda desenvolverse en una ciudad a la que acaba de llegar y que no conoce.

Si confiáramos en las capacidades intrínsecas y habilidades innatas de los pequeños para comprender, para co-producir, para crear y construir progresivamente el modo en que enfrentan, asimilan, se adaptan o modifican el mundo, si respetáramos y reconociéramos su integridad como personas, le informaríamos al niño en lugar de ordenarle e imponerle, además de que nos esforzaríamos por indagar su deseo y su opinión en cada situación. Y aquí viene el ejemplo del pañal:  en lugar de quitárselo directamente sin decir nada,  o sin dar ninguna explicación, le informamos al niño lo que está ocurriendo en ese momento, “mi amor, el pañal se ensució, debes sentirte incómodo, vamos a cambiarlo… ahora lo voy a retirar… en este momento te voy a lavar con agua… ahora vas a sentir un poco de frío, etc. ...”  Es muy importante reconocer y ponerle palabras a lo que el niño puede estar sintiendo. Por ejemplo, si llora o se incomoda le podemos decir, “yo sé que te molesta cuando hacemos esto… es lógico que llores… entiendo lo que sientes, a mi también me desagrada cuando me hacen algo que no me gusta…  ya va a pasar, vas a ver que luego te vas a sentir limpio y cómodo, etc.”  Y así, al igual que con el pañal, con todo lo demás. Cuando vamos a salir, explicarle a dónde vamos. Si lo dejamos a cargo de otra persona, en lugar de irnos sin avisar, explicarle con quién se queda, a dónde iremos y cuando regresaremos, etc. En resumen, informar, describir, palabrear constantemente y con un discurso transparente lo que acontece alrededor, lo que el niño puede estar sintiendo, incluso lo que como adultos sentimos en un momento dado y que puede ser percibido por el niño, permite que, por pequeño que sea, aunque maneje  o no el lenguaje verbal,  el niño progresivamente vaya dando estructura a la experiencia que acontece en un mundo que comienza a conocer y que muchas veces puede resultarle inquietante. Y esto se logra, en primer lugar, en la medida en que  renunciemos a nuestro punto de vista adulto, arrogante y prepotente, desde el cual acostumbramos a imponer a partir de la creencia de que “niño no es gente”, ni es capaz de entender nada.  Y, en segundo lugar, cuando estamos en condiciones de establecer una mirada adulta  consciente capaz de nombrar la realidad emocional desde un discurso veraz, no distorcionado. 




miércoles, 22 de mayo de 2013

Ser padres y madres conscientes

Por Berna Iskandar


Podríamos considerar a grandes rasgos la existencia de dos enfoques que orientan la manera de entender la infancia y de criar a los hijos. Por un lado nos encontramos con la visión clásica, tradicional, autoritaria y directiva, denominada “Puericultura Negra” o “Pedagogía Fascista” por la psicoanalista Alice Miller. Un enfoque que parte del principio de que los niños son seres absolutamente irracionales, instintivos y fuera de todo control, que no saben ni entienden nada o muy poco. Seres por tanto, inferiores a los adultos. Con lo cual, nuestra responsabilidad como padres o como madres -según este enfoque- es ejercer de policías de una cultura cada vez más alejada de los instintos, con el objeto de hacer que los “pequeños monstruos” encajen dentro de las exigencias de una sociedad que ya ha establecido previamente unos parámetros incuestionables. En estas premisas autoritarias se encuentra el origen y justificación de infinitas dosis visibles e invisibles de violencia en el trato hacia los pequeños.

Por otra parte nos encontramos con el enfoque de crianza consciente, flexible y democrática, respetuosa que parte del entendimiento de que los niños son seres fundamentalmente buenos y que criarlos no supone una imposición o una inyección de normas y límites incuestionables establecidos por la cultura, sino un acompañamiento respetuoso y empático, confiando en las capacidades intrínsecas y habilidades innatas de los pequeños para co-producir, crear y construir progresivamente, el modo en que enfrentan, asimilan, se adaptan o modifican el mundo. Un enfoque donde el niño es considerado como un igual y tratado con dignidad para que se desarrolle en su máximo potencial respondiendo a su esencia propia, única y original.

Basándome en la experiencia de mis años de trabajo divulgando temas de crianza consciente e inspirada en el decálogo de “Principios de los padres conscientes” de la doctora Aletha Solther, directora del Aware Parenting Institute, decidí escribir algunas reflexiones sobe el ejercicio de padres y madres volcados a este tipo de crianza, y que a continuación comparto con ustedes:

  • Los padres conscientes aceptan a sus hijos tal y como son, respetando, protegiendo y fomentando el desarrollo de su potencial único y de su libre personalidad.
  • Los padres conscientes tratan a su hijos como a un igual, con el mismo respeto y consideración con el que esperan ser tratados. No pegan, ni gritan, ni imponen a sus hijos.
  • Los padres conscientes escuchan a los hijos sin banalizar sus sentires, deseos y expresiones, asumiendo que son siempre importantes.
  • Ser padres conscientes es palabrear constantemente a los pequeños, contarles lo que nos pasa, lo que esperamos de ellos, lo que necesitamos.
  • Los padres conscientes buscan tras la superficie las razones del comportamiento en lugar de interrumpir conducta con métodos punitivos.
  • Ser padres conscientes es respetar los propios ritmos madurativos de los hijos en lugar de forzarlos a responder según los ritmos externos.
  • Los padres conscientes se preocupan por comprender la naturaleza de cada etapa madurativa de su hijos y tienen expectativas verdaderas sobre lo que se puede o no esperar de los pequeños según su momento evolutivo.
  • Ser padres conscientes es ponerse en los zapatitos de los hijos, comprender cuáles son sus necesidades reales y satisfacerlas sin reparos.
  • Ser padres conscientes es darse el permiso de cuestionar lo naturalizado y hacer las cosas de un modo distinto al que se ha hecho siempre.
  • Los padres conscientes se permiten ejercitar la autocrítica, y cuando se equivocan, saben pedir disculpas a sus hijos.
  • Los padres conscientes comprenden la importancia de emprender la propia búsqueda y el trabajo interior para reconectar con la consciencia despierta y desde allí educar a los hijos.
  • Los padres conscientes saben ser democráticos, flexibles y enseñar a los hijos a comprender sus deberes sin violar sus derechos .
  • Los padres conscientes ofrecen explicaciones y alternativas, en lugar de imponerse y dar sistemáticamente órdenes.
  • Ser padres conscientes es sustituir la autoridad, por comunicación, acuerdos y compromiso emocional.
  • Los padres conscientes comprenden la diferencia entre educar a un niño respetuoso, consciente , empático y educar a un niño sumiso y obediente.
  • Los padres conscientes comprenden que el hogar no es un cuartel, sino un útero amoroso y nutricio donde se forman los seres humanos que luego echaremos al mundo.
    Twitter. @conocemimundo

Ser padres y madres conscientes

Por Berna Iskandar


Podríamos considerar a grandes rasgos la existencia de dos enfoques que orientan la manera de entender la infancia y de criar a los hijos. Por un lado nos encontramos con la visión clásica, tradicional, autoritaria y directiva, denominada “Puericultura Negra” o “Pedagogía Fascista” por la psicoanalista Alice Miller. Un enfoque que parte del principio de que los niños son seres absolutamente irracionales, instintivos y fuera de todo control, que no saben ni entienden nada o muy poco. Seres por tanto, inferiores a los adultos. Con lo cual, nuestra responsabilidad como padres o como madres -según este enfoque- es ejercer de policías de una cultura cada vez más alejada de los instintos, con el objeto de hacer que los “pequeños monstruos” encajen dentro de las exigencias de una sociedad que ya ha establecido previamente unos parámetros incuestionables. En estas premisas autoritarias se encuentra el origen y justificación de infinitas dosis visibles e invisibles de violencia en el trato hacia los pequeños.

Por otra parte nos encontramos con el enfoque de crianza consciente, flexible y democrática, respetuosa que parte del entendimiento de que los niños son seres fundamentalmente buenos y que criarlos no supone una imposición o una inyección de normas y límites incuestionables establecidos por la cultura, sino un acompañamiento respetuoso y empático, confiando en las capacidades intrínsecas y habilidades innatas de los pequeños para co-producir, crear y construir progresivamente, el modo en que enfrentan, asimilan, se adaptan o modifican el mundo. Un enfoque donde el niño es considerado como un igual y tratado con dignidad para que se desarrolle en su máximo potencial respondiendo a su esencia propia, única y original.

Basándome en la experiencia de mis años de trabajo divulgando temas de crianza consciente e inspirada en el decálogo de “Principios de los padres conscientes” de la doctora Aletha Solther, directora del Aware Parenting Institute, decidí escribir algunas reflexiones sobe el ejercicio de padres y madres volcados a este tipo de crianza, y que a continuación comparto con ustedes:

  • Los padres conscientes aceptan a sus hijos tal y como son, respetando, protegiendo y fomentando el desarrollo de su potencial único y de su libre personalidad.
  • Los padres conscientes tratan a su hijos como a un igual, con el mismo respeto y consideración con el que esperan ser tratados. No pegan, ni gritan, ni imponen a sus hijos.
  • Los padres conscientes escuchan a los hijos sin banalizar sus sentires, deseos y expresiones, asumiendo que son siempre importantes.
  • Ser padres conscientes es palabrear constantemente a los pequeños, contarles lo que nos pasa, lo que esperamos de ellos, lo que necesitamos.
  • Los padres conscientes buscan tras la superficie las razones del comportamiento en lugar de interrumpir conducta con métodos punitivos.
  • Ser padres conscientes es respetar los propios ritmos madurativos de los hijos en lugar de forzarlos a responder según los ritmos externos.
  • Los padres conscientes se preocupan por comprender la naturaleza de cada etapa madurativa de su hijos y tienen expectativas verdaderas sobre lo que se puede o no esperar de los pequeños según su momento evolutivo.
  • Ser padres conscientes es ponerse en los zapatitos de los hijos, comprender cuáles son sus necesidades reales y satisfacerlas sin reparos.
  • Ser padres conscientes es darse el permiso de cuestionar lo naturalizado y hacer las cosas de un modo distinto al que se ha hecho siempre.
  • Los padres conscientes se permiten ejercitar la autocrítica, y cuando se equivocan, saben pedir disculpas a sus hijos.
  • Los padres conscientes comprenden la importancia de emprender la propia búsqueda y el trabajo interior para reconectar con la consciencia despierta y desde allí educar a los hijos.
  • Los padres conscientes saben ser democráticos, flexibles y enseñar a los hijos a comprender sus deberes sin violar sus derechos .
  • Los padres conscientes ofrecen explicaciones y alternativas, en lugar de imponerse y dar sistemáticamente órdenes.
  • Ser padres conscientes es sustituir la autoridad, por comunicación, acuerdos y compromiso emocional.
  • Los padres conscientes comprenden la diferencia entre educar a un niño respetuoso, consciente , empático y educar a un niño sumiso y obediente.
  • Los padres conscientes comprenden que el hogar no es un cuartel, sino un útero amoroso y nutricio donde se forman los seres humanos que luego echaremos al mundo.

sábado, 18 de mayo de 2013

Lo que no se dice sobre el posparto o puerperio


A partir del nacimiento de un hijo, las mujeres ingresamos de pronto y sin aviso en un estado físico y psicológico potente, desconocido, perturbador. Un tramo crítico del camino de la crianza que a menudo atravesamos sin preparación ni conciencia de lo que implica en su profunda e inmensa dimensión y del que ni remotamente sospechamos en qué medida viene a transformarnos la propia vida y a determinar la vida de nuestros hijos e hijas.  Me refiero al puerperio.
El instinto materno, se despliega cuando nace nuestro hijo. En la medida en que los nacimientos sean menos intervenidos médicamente -es decir, según sean más respetados-  la oxitocina, la prolactina y otras hormonas responsables de orquestar el parto y la lactancia,  eclosionan también con el propósito de consolidar el vínculo mamá-bebé. Este complejo mecanismo diseñado por la sabia naturaleza, se encargará de que la madre enloquezca de amor por su cría y estreche potentes lazos que le impelen a interpretar y cubrir minuciosa, continua e inmediatamente sus necesidades así como protegerla de amenazas para garantizarle la sobrevivencia. Gracias a ello, hemos sobrevivido como especie. Mamá y bebé funden sus almas.  Aún cuando se separan físicamente después del parto o nacimiento, continúan fusionados emocional y psicológicamente constituyendo una díada que inicia a partir del nacimiento y que se extiende a lo largo de dos a tres años cuando la cría comienza a separarse en la medida que adquiere progresivamente autonomía y   desarrolla sus primeras nociones de individualidad.
Notarán  que hasta ahora describo un escenario completamente diferente al que nos han contado. Nos dicen que el puerperio o posparto -al que también llaman cuarentena- constituye básicamente un período de veda sexual tras el parto o nacimiento, para dar tiempo a que la mujer se “recupere” físicamente.  Y es que con frecuencia, en asuntos del alma femenina,  maternidad,  bebés y  crianza, la realidad resulta muy distante de lo que se aprende en la academia y por ende de lo que nos advierten los “especialistas”, pero también de lo que nos muestran las fotografías de portadas de revistas con bebés rozagantes y felices en los brazos de súper modelos con rostros “impecables” y cuerpos entrenados en gimnasios. En medio de esta construcción social  nos sorprende la realidad del puerperio desde una mirada errónea o estrecha, que conduce a negarlo y pasarlo de largo bajo la presión de retomar en poco tiempo las condiciones anteriores a la gestación, cosa por demás imposible, porque ninguna mujer tras el nacimiento de un hijo volverá a ser física, psicológica o emocionalmente la misma que era antes. Y aquí viene la pregunta a quema ropa: ¿serán la mayoría de los diagnósticos de depresión posparto uno de tantos despropósitos producto de la desnaturalización del puerperio?

Son muy pocos o más bien pocas, diría yo (la autora argentina Laura Gutman entre ellas) quienes advierten que el puerperio no termina a los cuarenta días tras el parto. Ningún obstetra avisa a la mujer puérpera que su alma se rompe tras la ruptura del cuerpo, que ante nuestra cría en brazos, aflora también la niña que fuimos y que se encuentra alojada en la sombra con todas sus memorias de desamparo. Rara vez alguien nos explica como lo hace la Gutman,  que, si el entorno respeta y permite que suceda el proceso natural,  toda la energía, la disponibilidad, el impulso de la madre reciente, su libido se dirigen a atender, proteger, sostener, alimentar al  bebé;  que la percepción se vislumbra a través de los sentidos del bebé, que los ruidos se escuchan más fuertes porque alteran al bebé, que todo tiempo, todo ritmo se acompasa con los del bebé y es por eso que la madre puérpera a menudo tiene la sensación de haber enloquecido… en resumen, que nos mudamos al planeta bebé  y el mundo cotidiano,  el mundo exterior,  se vuelve ajeno, distante,  difícil de digerir, se convierte en una carga muy difícil de sobrellevar que desborda, que satura a la mujer puérpera. 
Durante el puerperio, es imprescindible que las mujeres tengamos apoyo de personas empáticas y altruistas que intermedien entre nosotras y el ámbito fuera de la esfera de la fusión emocional con nuestra cría, el de los asuntos domésticos, el del pago de las cuentas, el trabajo en la oficina o cualquier actividad que entrañe distancia física y emocional con nuestro bebé, las ocupaciones y preocupaciones por proveer lo necesario para la subsistencia y el funcionamiento del hogar, la organización de las rutinas si hay hijos mayores que atender, las relaciones o asuntos familiares… Otra cosa que casi nadie registra es que las mujeres puérperas así como no estamos disponibles para un extendido etcétera que nos saque de la sincronía con nuestra cría, tampoco nos sentimos sexualmente disponibles para el varón,   lo cual no significa que lo hayamos dejado de amar. Esta situación pocas veces se entiende y atiende con madurez, provocando el naufragio de muchas parejas. Pero de este tema me ocuparé con detalles en el próximo post.
En conclusión, la mujer puérpera necesita y debe ser comprendida y sostenida fundamentalmente por su pareja o por la figura cada vez más protagónica de la doula, así como por toda una red que bien pueden entramar familiares, amigos, vecinos, la sociedad, las políticas públicas, las leyes… Pero un apoyo bien entendido no consiste en  saturar a la madre reciente con lo que debe o no debe hacer, ni reside en atender  al bebé por ella, sacarlo de su regazo o darle el biberón para “quitarle un peso”, ni se basa en crear más guarderías para que la madre pueda irse a trabajar lejos de su cría.  Una ayuda genuina supone descargarla de tareas, de ritmos, de tiempos, de sistemas ajenos a los que demanda la díada, para que la madre reciente se dedique enteramente a profundizar el vínculo y descubrir por sí misma con ayuda de su sabio instinto -ahora  a flor de piel- el modo de amar y cuidar a su bebé. Porque es el cuerpo de la madre, su olor, su calor, su mirada, su voz, su leche lo que una cría humana, primate, mamífera, realmente necesita de manera constante durante el período de fusión que no se reduce a cuarenta días,  sino que se extiende a lo largo de dos a tres años durante los cuales ambos nadan dentro de las mismas aguas emocionales. Realidad que la mayoría de los parientes, profesionales de salud y que la sociedad en general no reconoce y por tanto no nos cuenta ni mucho menos nos acompaña a atravesar.   

Enlaces relacionados 

Ya soy papá ¿ahora qué hago?


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miércoles, 15 de mayo de 2013

Dime qué tipo de crianza aplicas y te diré qué sistema de gobierno fortaleces

 
“Lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma”
Carl G. Jung
Dime qué tipo de crianza aplicas y te diré qué sistema de gobierno fortaleces. Esta frase que podría considerarse un sustrato de la pedagogía negra estudiada por la gran Alice Miller, la repito a menudo a través de todos los medios de difusión a mi alcance como también he hablado y escrito a menudo sobre esta autora y su libro “Por tu propio bien” en el cual analiza descarnadamente los principios de este sistema de crianza y educación, y el modo en que a partir de él se han diseñado métodos sistemáticos de tortura psicológica y física para reprimir la vitalidad infantil con el objeto de que los niños se conviertan en súbditos ciegamente obedientes de la autoridad adulta y sobre cómo a estos métodos los hemos llamado “educación”. 
 Nos demuestra Alice Miller cómo el maltrato y abuso infantil contenidos en los sistemas educativos basados en la pedagogía negra (aún vigentes y hegemónicos), se constituyen en la causa de las enfermedades psíquicas, y de toda clase de violencia subjetiva y social, además  de abonar el terreno para el sometimiento ulterior del individuo ante líderes autoritarios y violentos, tal y como sucedió con el fenómeno de las masas que siguieron ciegamente y votaron por Hitler en la Alemania Nazi.   
Resultó que recientemente me tocó caer en las fauces del monstruo burocrático e ineficiente del sistema de seguridad social venezolano. Así que durante horas de aciagas colas aproveché para releer este revelador y a la vez estremecedor libro "Por Tu Propio Bien", de  Alice Miller. Me reencontré con varios textos  que me llamaron especialmente la atención habida cuenta de los días que discurren en mi país, Venezuela, y decidí compartirlos en este post.  
Dice la Miller refiriéndose al fenómeno de las masas educadas o criadas bajo los esquemas de la pedagogía negra que terminaron por seguir ciegamente a Hitler, lo siguiente: 
“El entusiasmo por Hitler no sólo es comprensible por las promesas que había hecho (¿quién no hace promesas en vísperas de elecciones?), no sólo se explica por el contenido, sino por la forma en que fueron ofrecidas. Era precisamente la gesticulación teatral –ridícula para un extranjero-  lo que les resultaba tan familiar a esas masas y, por consiguiente, ejercía sobre ellas un poder de sugestión tan grande. Todo niño pequeño está sujeto a este tipo de sugestión cuando su querido, grande y admirado padre habla con él. Lo que éste diga carece de importancia: lo importante es en qué forma habla. Cuanto más se magnifique, tanto más será admirado, sobre todo por un niño educado según los principios de la pedagogía negra. Cuando el severo, distante e inaccesible padre condesciende por una vez a hablar con el niño, tiene lugar, sin duda,  una gran fiesta, y todos los sacrificios altruistas serán  insuficientes para merecer ese honor. Un niño bien educado jamás podrá darse cuenta de que aquel padre, aquel hombre enorme e imponente, podría según qué circunstancias, ser una persona sedienta de poder , nada honesta y, en el fondo, insegura. Y la cosa sigue: un niño así no podrá aprender nada de esas circunstancias, ya que su capacidad de aprendizaje está bloqueada por la obediencia tempranamente impuesta y la supresión de los propios sentimientos. “
Sigue Alice Miller con los crudamente esclarecedores análisis acerca del modo en que la crianza represiva y violenta, reproduce individuos perfectos para constituir las masas  ciegamente obedientes a los líderes autoritarios, incluso genocidas,  sin que sean capaces de registrar la gravedad implicada en tales barbaries.  
“Así pues, cuando aparece un hombre y comienza a hablar y a comportarse como el propio padre, hasta el individuo adulto olvidará sus derechos democráticos o no se dará cuenta de ellos, se someterá a aquel hombre, lo aclamará, se dejará manipular por él, depositará en él su confianza y, por último, se entregará a él sin reservas y no será consciente de su esclavitud, como no somos conscientes de todo cuanto signifique una prolongación de nuestra propia infancia.” 
Entre otros extractos del libro "Por Tu Propio Bien", de la gran Alice Miller referido a la secuela de los mecanismos de  sumisión total de los niños a la voluntad de los adultos,  que se basan en los principios de la pedagogía negra y se reflejan en el sometimiento ulterior a líderes políticos autoritarios, me encontré con estas citas que hace la autora a un miembro prominente del Partido Nazi:   
“La situación aquí descrita es realmente la de un niño pequeño frente a su padre autoritario. Göring admitía públicamente: ‘No soy yo quien vivo, sino Hitler quien vive en mí’ (…) Herman Göring decía: ‘Si el cristianismo católico está convencido de que el Papa es infalible en todo lo relacionado con la religión y la moral, nosotros, los nacionalistas, proclamamos con la misma convicción íntima que, también para nosotros, el Fürhrer es absolutamente infalible en todo lo relacionado con la política y las demás cosas vinculadas al interés social y nacional del pueblo… Es una bendición para  Alemania que en la persona de Hitler se haya consumado la fusión del más agudo pensador lógico y filósofo realmente profundo con un férreo hombre de acción, tenaz hasta el extremo.’  O bien: ‘Quien quiera que conozca las circunstancias en que vivimos… sabrá que cada uno de nosotros posee exactamente el grado de poder que el Führer desea otorgarle. Y sólo con el Führer y manteniéndonos detrás de él seremos realmente poderosos y tendremos en nuestra mano los grandes medios de poder del Estado. Pero actuar  contra su voluntad o simplemente sin que él lo desee, supondría perder en el acto todo nuestro poder. Una palabra del Führer, y aquel a quien el quiera eliminar perecerá. Su prestigio y su autoridad son ilimitados…’"
Viene al caso compartir también la siguiente reflexión recogida  de una conversación reciente  con el psicoanalista Antonio Pignatiello, en mi programa de radio sobre paternidades, sus lugares y relatos.  Palabras más, palabras menos, en un intento de explicar el modelo de padre que hemos interiorizado hegemónicamente surgió el modelo paternal construido dentro del esquema identitario ferozmente patriarcal, jerárquico, autoritario, el de la figura todo poderosa que habla y se impone, que ordena y todos obedecen, que básica y exclusivamente sirve para proveer bienestar económico, el de la figura ausente o lejana emocionalmente que, como dice la Miller, cuando por fin nos nombra o nos mira condescendiente hace de la vida una fiesta.
      
Nada más que agregar salvo que dejo abierto el espacio para hacernos preguntas.


Twitter. @conocemimundo






Porque ellos nos graduaron de madres


¿Qué es el colecho?

Por Berna Iskandar
Cuna colecho vía www.bebesmundo.com

Como colecho se entiende la práctica de dormir con los bebés o hijos pequeños, en cama conjunta. Es una costumbre que no constituye ninguna novedad puesto que se ha hecho siempre a lo largo de la historia de la humanidad como una práctica natural que responde intuitivamente a nuestras  necesidades mamíferas de contacto durante la noche cuando todo se vuelve oscuro y amenazante, y por otra parte, como una forma de acompasar los ritmos ynecesidades del niño con los de la familia, de manera de lograr dormir, todos, lo mejor posible.  Sigue siendo una costumbre muy extendida. La novedad es que ha sido censurada por la opinión de algunos especialistas que basan su postura en teorías conductistas, lo cual ha generado que muchos padres quienes practican colecho se sientan criticados, inseguros, culpables y no lo manifiesten abiertamente. Es decir, que muchas familias modernas, occidentales, hacen colecho “en closet”, y otras quisieran, pero no se atreven. Sin embargo en los últimos años, muchos especialistas basados en los nuevos descubrimientos de la neurociencia,  han comenzado a reconocer y divulgar los beneficios del colecho, por lo que  cada vez es asumido y practicado más abierta y  extendidamente entre los padres con tendencia a responder a lo que les dicta la intuición y volver hacia los métodos naturales de crianza.

Algunas  investigaciones han demostrado que el colecho nutre los vínculos,   regula y sincroniza patrones de sueño, respiración, etc.,  de la madre y de su bebé;  ayuda a la madre a despertar la sensibilidad  hacia  las necesidades de su bebé e influye en el mantenimiento de la producción de leche, por tanto favorece la lactancia materna.  También se ha evidenciado que aquellos niños que compartieron camas con sus padres desarrollan las bases para ser más independientes, tranquilos, seguros y optimistas.

Los médicos y expertos defensores del colecho, afirman que esta práctica contribuye a disminuir el riesgo de síndrome de muerte súbita en el lactante siempre que se realice un colecho seguro, por lo que  desaconsejan dormir con los hijos si se padece de obesidad, si la madre es fumadora o ha fumado durante el embarazo,  si los padres han tomado drogas, alcohol, están muy cansados o en condiciones de hacinamiento. Una alternativa de colecho, es mantener  la cuna o moisés pegada a la cama de los padres para no tener que levantarse en las noches y facilitar así los beneficios del contacto con el bebé durante una etapa en que los despertares nocturnos del pequeño son naturales y frecuentes.


Enlaces relacionados:

Dulces sueños

La ciencia del sueño infantil 

 

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¿Qué es el colecho?

Por Berna Iskandar
Cuna colecho vía www.bebesmundo.com

Como colecho se entiende la práctica de dormir con los bebés o hijos pequeños, en cama conjunta. Es una costumbre que no constituye ninguna novedad puesto que se ha hecho siempre a lo largo de la historia de la humanidad como una práctica natural que responde intuitivamente a nuestras  necesidades mamíferas de contacto durante la noche cuando todo se vuelve oscuro y amenazante, y por otra parte, como una forma de acompasar los ritmos ynecesidades del niño con los de la familia, de manera de lograr dormir, todos, lo mejor posible.  Sigue siendo una costumbre muy extendida. La novedad es que ha sido censurada por la opinión de algunos especialistas que basan su postura en teorías conductistas, lo cual ha generado que muchos padres quienes practican colecho se sientan criticados, inseguros, culpables y no lo manifiesten abiertamente. Es decir, que muchas familias modernas, occidentales, hacen colecho “en closet”, y otras quisieran, pero no se atreven. Sin embargo en los últimos años, muchos especialistas basados en los nuevos descubrimientos de la neurociencia,  han comenzado a reconocer y divulgar los beneficios del colecho, por lo que  cada vez es asumido y practicado más abierta y  extendidamente entre los padres con tendencia a responder a lo que les dicta la intuición y volver hacia los métodos naturales de crianza.

Algunas  investigaciones han demostrado que el colecho nutre los vínculos,   regula y sincroniza patrones de sueño, respiración, etc.,  de la madre y de su bebé;  ayuda a la madre a despertar la sensibilidad  hacia  las necesidades de su bebé e influye en el mantenimiento de la producción de leche, por tanto favorece la lactancia materna.  También se ha evidenciado que aquellos niños que compartieron camas con sus padres desarrollan las bases para ser más independientes, tranquilos, seguros y optimistas.

Los médicos y expertos defensores del colecho, afirman que esta práctica contribuye a disminuir el riesgo de síndrome de muerte súbita en el lactante siempre que se realice un colecho seguro, por lo que  desaconsejan dormir con los hijos si se padece de obesidad, si la madre es fumadora o ha fumado durante el embarazo,  si los padres han tomado drogas, alcohol, están muy cansados o en condiciones de hacinamiento. Una alternativa de colecho, es mantener  la cuna o moisés pegada a la cama de los padres para no tener que levantarse en las noches y facilitar así los beneficios del contacto con el bebé durante una etapa en que los despertares nocturnos del pequeño son naturales y frecuentes.


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La ciencia del sueño infantil 

 

 

miércoles, 8 de mayo de 2013

Crianza con apego y crianza respetuosa ¿son la misma cosa?

Por Berna Iskandar


La crianza con apego parte de la teoría del apego propuesta originalmente por el psiquiatra infantil John Bowlby  quien sostuvo y demostró -a través de estudios y observaciones directas con niños- que la necesidad de contacto, proximidad, mirada, cuerpo, consuelo… satisfechas de manera constante por parte de un adulto significativo que sepa reconocer e interpretar las necesidades del niño, constituye la base del sano desarrollo del ser humano.  Difiere del planteamiento de Sigmund Freud, quien estudió la impronta de la infancia a través del adulto mediante el psicoanálisis y no directamente en niños como lo hizo Bowlby. Por otra parte el padre del psicoanálisis califica el deseo de apego del bebé como un producto secundario derivado del deseo de satisfacer la necesidad primaria de llegar al alimento que ofrece la madre (el bebé siente deseo  de apego hacia la madre porque sabe que en ella encontrará la fuente de alimento). Bolwby, el padre de la teoría del apego,  en cambio, revela y demuestra que al igual que alimentarse, el apego en sí mismo ya es una necesidad primaria, tan potente y vital para garantizar la sobrevivencia y el desarrollo saludable de los seres humanos.

Somos mamíferos, primates (muy sofisticados pero lo somos) por lo tanto dependemos del contacto piel con piel para sentir afecto y seguridad, sobre todo cuando somos crías completamente carentes de autonomía y muy dependientes para sobrevivir. Estar en contacto permanente con el cuerpo de la madre nos permite sentirnos seguros, a salvo. Sentir la piel, el olor, la voz, los latidos de la madre, es nuestra  garantía de sobrevivencia y es el modo de percibir seguridad, placer, amor, confianza. Un bebé desde el primer momento en que registra una necesidad y hasta que la misma es cubierta,  atraviesa un lapso de experiencia en extremo sufriente, en el cual se llena de estrés y de miedo, porque biológicamente registra amenaza a la sobrevivencia.  Por eso la crianza con apego derrumba el mito de que debemos enseñar a los bebés a “tolerar la frustración”, y propone satisfacer de inmediato y continuamente las necesidades del bebé previniendo así que sus niveles de estrés aumenten y perjudiquen su desarrollo cerebral y emocional.

Aunque lo hayamos perdido de vista, somos descendientes de antepasados humanos que llevaban a sus crías todo el tiempo en brazos o colgadas en pareos, dormían con ellas, las alimentaban con pecho durante años, las criaban piel con piel, sin dejarlas llorar, y todo esto porque de otro modo no hubiéramos sobrevivido como especie. Retomar esas prácticas es lo que propone la crianza con apego, porque  aunque ya no vivamos en cuevas al acecho de fieras predadoras, sino en hogares más seguros,  los bebés de hoy siguen respondiendo a las mismas características biológicas  de los bebés de hace millones de años. 

La crianza con apego se inscribe dentro de los principios de la crianza respetuosa, aunque hace énfasis en los primeros años de vida del niño o la niña, durante los cuales atraviesan el período de mayor dependencia de la madre para subsistir. Sin embargo un niño a cualquier edad, según sea la característica de su momento evolutivo, siempre necesita establecer un apego seguro con adultos significativos. Necesita para su sano desarrollo, al igual que comer y respirar, contar con la certidumbre que le prodiga saber y experimentar que hay uno o varios adultos  a su cargo, responsivos y en conexión con su alma infantil.

Los principios de la crianza respetuosa podrían resumirse en cuatro aspectos fundamentales, los puntos 2 y 3 se vinculan directamente a la crianza con apego:

1.     Horizontalidad: Tratar a los niños como a iguales. No hacer al niño lo que no nos gustaría que nos hicieran.
2.     Empatía: ser capaces de sintonizar con el alma infantil de nuestros pequeños, reconocer y valorar sus necesidades auténticas sin degradarlas a la condición de capricho.
3.     Ser responsivos de inmediato y sostenidamente ante las necesidades, sentires y expresiones del niño.
4.     Límites y disciplina razonable, no punitiva, flexible, democrática, humanizada, respetuosa de los derechos del niño.

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Para un cerebro sano, mucho amor, mimos y brazos

Lo dijo el pediatra Carlos González en Conoce Mi Mundo

 





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