viernes, 7 de diciembre de 2012

¿Malcriar o Biencriar? Cuidado con esta trampa




Pierdo la cuenta de las veces que tengo que escuchar cada día expresiones como, “lo hace por malcriadez”, “es un malcriado”, “está malcriadísimo”,  o  leer en mi correo invitaciones a talleres de crianza conducidos por psicólogos que prometen recursos para educar “sin malcriar”…  Hace poco,  mientras desayunaba con unos amigos, alguien contó que su hermana era capaz de reconocer perfectamente cuando el llanto de su bebé era por hambre, frio, pañal mojado o “por malcriado”. Entonces un poco en serio, un poco en broma,  solté mi taza de café y golpeé contundentemente la mesa con las manos.  Acto seguido declaré: Decreto la abolición del uso del término “malcriado”, y sus derivaciones, cuando nos refiramos a cualquier comportamiento o expresión de los pequeños.  De ahora en adelante, quede claro que ningún niño pide lo que no necesita y que el hecho de que los adultos nos molestemos con sus pedidos o que por comodidad u otras razones no estemos disponibles para atenderlos, no quiere decir que el niño sea un malcriado.  ¡Publíquese y ejecútese!    

Del mismo ideario adultocéntrico que interpreta como malcriadez o capricho cualquier pedido legítimo de nuestros niños, se deriva otro drama de la crianza, a saber, la patologización del afecto, que dicho sea de paso, ha causado tantos estragos a la humanidad:  no lo cargues, ni lo abraces, ni consueles, ni duermas con él-ella, ni le sigas dando teta...  porque lo vas a malcriar. Vivimos inmersos en un mundo al revés que sin pruritos ordena dejar a los niños desagarrándose de llanto para “que no se malcríen”, que censura las expresiones de amor,  cuestiona el deseo de prodigar mimos, atención, consuelo a nuestros niños porque “los vamos a malcriar”.  Un orden social patológico que prohíbe contener y acurrucar a los pequeños quienes lógicamente no saben estar solos en la cuna, el cochecito o el corral. Es decir, un mundo al revés donde atender y amar a tu hijo, en lugar de biencriar, es malcriar.

Va siendo hora de que resignifiquemos el término malcriar. Es hora ya de que desmontemos este orden patas arriba de un mundo que obsceniza la escena de una madre amamantando en público o que recrimina a una madre que da pecho a demanda, mientras  se aplauden escenas de películas con peleas,  tiros y sangre a raudales.  Un mundo patas arriba lleno de padres quejándonos de que los niños ven demasiado la televisión. Y los llamamos malcriados porque no se quieren despegar de la pantallita brillante cuando les ordenamos media docena de veces que vayan a bañarse… pero lo que no advertimos es que los niños -como dice la autora y terapeuta Laura Gutman- ven la televisión,  porque nadie los ve a ellos.  Entonces resolvemos castigarlos, en lugar de sustituirles las horas de televisión por horas de presencia y vínculo amoroso con sus progenitores o adultos significativos. Y todo porque nos hicieron creer que esa es la manera de no malcriarlos.

Hay que atreverse a enderezar este orden al revés. La humanidad lo está pidiendo de infinitas maneras. Propongo que comencemos por acoger como lema, la frase del pediatra y autor Carlos González que dice: "el cariño nunca ha malcriado a nadie", ¿y cómo podría ser si no?, ¿cómo sería posible que un niño pegado durante los primeros años al pecho de su madre, un niño escuchado, mirado, abrazado, sostenido, atendido, amparado y comprendido sin reparos, en lugar de ser hostilizado, golpeado, desestimado en sus pedidos de necesidades legítimas de atención y cuerpo materno, se convierta en un delincuente, un terrorista, un adicto, un agresor o en una víctima sistemática, llegada la adultez? Es muy improbable crear una sociedad trastornada por la violencia, la depresión, las adicciones, la victimización, la delincuencia, incluso la devastación ambiental, cuando prodigamos amor y respeto a los niños y niñas, cuando criamos con abundante cariño, conexión y apego.    Eso es biencriar. 

Twitter. @conocemimundo

¿Malcriar o Biencriar? Cuidado con esta trampa




Pierdo la cuenta de las veces que tengo que escuchar cada día expresiones como, “lo hace por malcriadez”, “es un malcriado”, “está malcriadísimo”,  o  leer en mi correo invitaciones a talleres de crianza conducidos por psicólogos que prometen recursos para educar “sin malcriar”…  Hace poco,  mientras desayunaba con unos amigos, alguien contó que su hermana era capaz de reconocer perfectamente cuando el llanto de su bebé era por hambre, frio, pañal mojado o “por malcriado”. Entonces un poco en serio, un poco en broma,  solté mi taza de café y golpeé contundentemente la mesa con las manos.  Acto seguido declaré: Decreto la abolición del uso del término “malcriado”, y sus derivaciones, cuando nos refiramos a cualquier comportamiento o expresión de los pequeños.  De ahora en adelante, quede claro que ningún niño pide lo que no necesita y que el hecho de que los adultos nos molestemos con sus pedidos o que por comodidad u otras razones no estemos disponibles para atenderlos, no quiere decir que el niño sea un malcriado.  ¡Publíquese y ejecútese!    

Del mismo ideario adultocéntrico que interpreta como malcriadez o capricho cualquier pedido legítimo de nuestros niños, se deriva otro drama de la crianza, a saber, la patologización del afecto, que dicho sea de paso, ha causado tantos estragos a la humanidad:  no lo cargues, ni lo abraces, ni consueles, ni duermas con él-ella, ni le sigas dando teta...  porque lo vas a malcriar. Vivimos inmersos en un mundo al revés que sin pruritos ordena dejar a los niños desagarrándose de llanto para “que no se malcríen”, que censura las expresiones de amor,  cuestiona el deseo de prodigar mimos, atención, consuelo a nuestros niños porque “los vamos a malcriar”.  Un orden social patológico que prohíbe contener y acurrucar a los pequeños quienes lógicamente no saben estar solos en la cuna, el cochecito o el corral. Es decir, un mundo al revés donde atender y amar a tu hijo, en lugar de biencriar, es malcriar.

Va siendo hora de que resignifiquemos el término malcriar. Es hora ya de que desmontemos este orden patas arriba de un mundo que obsceniza la escena de una madre amamantando en público o que recrimina a una madre que da pecho a demanda, mientras  se aplauden escenas de películas con peleas,  tiros y sangre a raudales.  Un mundo patas arriba lleno de padres quejándonos de que los niños ven demasiado la televisión. Y los llamamos malcriados porque no se quieren despegar de la pantallita brillante cuando les ordenamos media docena de veces que vayan a bañarse… pero lo que no advertimos es que los niños -como dice la autora y terapeuta Laura Gutman- ven la televisión,  porque nadie los ve a ellos.  Entonces resolvemos castigarlos, en lugar de sustituirles las horas de televisión por horas de presencia y vínculo amoroso con sus progenitores o adultos significativos. Y todo porque nos hicieron creer que esa es la manera de no malcriarlos.

Hay que atreverse a enderezar este orden al revés. La humanidad lo está pidiendo de infinitas maneras. Propongo que comencemos por acoger como lema, la frase del pediatra y autor Carlos González que dice: "el cariño nunca ha malcriado a nadie", ¿y cómo podría ser si no?, ¿cómo sería posible que un niño pegado durante los primeros años al pecho de su madre, un niño escuchado, mirado, abrazado, sostenido, atendido, amparado y comprendido sin reparos, en lugar de ser hostilizado, golpeado, desestimado en sus pedidos de necesidades legítimas de atención y cuerpo materno, se convierta en un delincuente, un terrorista, un adicto, un agresor o en una víctima sistemática, llegada la adultez? Es muy improbable crear una sociedad trastornada por la violencia, la depresión, las adicciones, la victimización, la delincuencia, incluso la devastación ambiental, cuando prodigamos amor y respeto a los niños y niñas, cuando criamos con abundante cariño, conexión y apego.    Eso es biencriar. 


miércoles, 28 de noviembre de 2012

Cuando los niños no quieren saludar


Recientemente, una entrañable amiga volcada a la crianza respetuosa y a la promoción de la lactancia materna, me preguntó: “Hola querida Berna, ¿tienes algún artículo que hable sobre "no obligar" a los niños-as a besar a los adultos al saludarlos?, leí algo sobre "obligar" a los niños a besar a los adultos y su relación con el abuso infantil...”. Le respondí que hasta ahora no había escrito específicamente sobre obligar a los niños a saludar o besar a los adultos, pero que sí he escrito en general sobre la importancia de informar, comunicar, acordar, con los niños de un modo respetuoso y empático,  en lugar de imponer y dar sistemáticamente órdenes. Se trata de un principio ético que debería orientar nuestra aproximación hacia los pequeños. En ese sentido, el tema de obligarlos a saludar, no constituye una excepción. Por otra parte  forzar a un niño a besar a los demás equivale a entrenarlo a someter su propio deseo y su propio cuerpo ante el deseo de otros. He allí donde observo el vínculo entre esta o cualquier práctica autoritaria hacia los niños con el abuso sexual infantil.  Sin darnos cuenta,  repitiendo sin cuestionar el orden autoritario en el cual hemos sido educados, en lugar de inculcar a nuestros hijos valores de respeto hacia la integridad de su cuerpo y sus propios deseos, terminamos por convertirnos en padres entregadores.   
Cabe aquí la indagación acerca de lo que nos induce a desoír a nuestro hijo o hija cuando le forzamos a saludar y besar a otras personas, ¿lo hacemos porque necesitamos dar la impresión de ser padres ejemplares que han sabido educar “correctamente”?, ¿nos preocupa más lo que el otro pueda pensar de nosotros que lo que nuestro propio hijo o hija siente o desea?,  ¿queremos que el niño responda ciegamente a nuestras expectativas sin considerar que posiblemente el pequeño sienta timidez o que probablemente en ese momento no esté de ánimo o tal vez esa persona no le inspira confianza?... Recordemos que los niños están menos intervenidos por los condicionamientos sociales y aún son capaces de registrar intuitivamente lo que les encaja o no. No perdamos de vista que los pequeños son honestos y espontáneos a la hora de expresar sus sentimientos. Cuando besan o saludan a alguien lo hacen de corazón a diferencia de los adultos quienes la mayoría de las veces lo hacemos por conveniencia o por obligación.  
Vale la pena usar esos lentes especiales que yo llamo “del darse cuenta” y observar el mensaje encapsulado dentro de la orden que fuerza a un pequeño a saludar o besar a otros.  En primer lugar, como ya he aclarado, le enseñamos al niño que no tiene derecho a decidir sobre su cuerpo y que su deseo no es digno de respeto, que los mismos no les pertenecen, que debe supeditarlos a las demandas de quienes reconozca como superiores. Por otro lado, cuando juzgamos al niño de malo o mal educado por no saludar o besar a quien le indiquemos, el pequeño aprende que  para complacer, para ser amado y aprobado por sus padres, debe reprimir y ocultar sus sentimientos genuinos, es decir, les enseñamos a mentir y alejarse de sus propias emociones, a perder contacto con sus intuiciones y con su propia esencia.
Ciertamente como adultos responsables de nuestros chiquitines, queremos que desarrollen la capacidad  de ser gentiles y ser empáticos con las demás personas, lo cual es perfectamente válido y deseable.  Pero forzar,  imponer o usar el amor y la aceptación como monedas de cambio según el niño haga o no lo que esperamos de él,  no es un camino ni consciente, ni respetuoso de socialización o educación. Tampoco constituye una forma coherente de inculcar el valor de la empatía y la cortesía que son los que se supone deberían dar sentido al hecho de saludar a los demás.
Para beneficio de nuestros pequeños es bueno que aclaremos conceptos: Una cosa es un niño obediente y sumiso, y otra muy distinta es un niño consciente, respetuoso y empático.  
Twitter. @conocemimundo

 

 

Cuando los niños no quieren saludar


Recientemente, una entrañable amiga volcada a la crianza respetuosa y a la promoción de la lactancia materna, me preguntó: “Hola querida Berna, ¿tienes algún artículo que hable sobre "no obligar" a los niños-as a besar a los adultos al saludarlos?, leí algo sobre "obligar" a los niños a besar a los adultos y su relación con el abuso infantil...”. Le respondí que hasta ahora no había escrito específicamente sobre obligar a los niños a saludar o besar a los adultos, pero que sí he escrito en general sobre la importancia de informar, comunicar, acordar, con los niños de un modo respetuoso y empático,  en lugar de imponer y dar sistemáticamente órdenes. Se trata de un principio ético que debería orientar nuestra aproximación hacia los pequeños. En ese sentido, el tema de obligarlos a saludar, no constituye una excepción. Por otra parte  forzar a un niño a besar a los demás equivale a entrenarlo a someter su propio deseo y su propio cuerpo ante el deseo de otros. He allí donde observo el vínculo entre esta o cualquier práctica autoritaria hacia los niños con el abuso sexual infantil.  Sin darnos cuenta,  repitiendo sin cuestionar el orden autoritario en el cual hemos sido educados, en lugar de inculcar a nuestros hijos valores de respeto hacia la integridad de su cuerpo y sus propios deseos, terminamos por convertirnos en padres entregadores.   
Cabe aquí la indagación acerca de lo que nos induce a desoír a nuestro hijo o hija cuando le forzamos a saludar y besar a otras personas, ¿lo hacemos porque necesitamos dar la impresión de ser padres ejemplares que han sabido educar “correctamente”?, ¿nos preocupa más lo que el otro pueda pensar de nosotros que lo que nuestro propio hijo o hija siente o desea?,  ¿queremos que el niño responda ciegamente a nuestras expectativas sin considerar que posiblemente el pequeño sienta timidez o que probablemente en ese momento no esté de ánimo o tal vez esa persona no le inspira confianza?... Recordemos que los niños están menos intervenidos por los condicionamientos sociales y aún son capaces de registrar intuitivamente lo que les encaja o no. No perdamos de vista que los pequeños son honestos y espontáneos a la hora de expresar sus sentimientos. Cuando besan o saludan a alguien lo hacen de corazón a diferencia de los adultos quienes la mayoría de las veces lo hacemos por conveniencia o por obligación.  
Vale la pena usar esos lentes especiales que yo llamo “del darse cuenta” y observar el mensaje encapsulado dentro de la orden que fuerza a un pequeño a saludar o besar a otros.  En primer lugar, como ya he aclarado, le enseñamos al niño que no tiene derecho a decidir sobre su cuerpo y que su deseo no es digno de respeto, que los mismos no les pertenecen, que debe supeditarlos a las demandas de quienes reconozca como superiores. Por otro lado, cuando juzgamos al niño de malo o mal educado por no saludar o besar a quien le indiquemos, el pequeño aprende que  para complacer, para ser amado y aprobado por sus padres, debe reprimir y ocultar sus sentimientos genuinos, es decir, les enseñamos a mentir y alejarse de sus propias emociones, a perder contacto con sus intuiciones y con su propia esencia.
Ciertamente como adultos responsables de nuestros chiquitines, queremos que desarrollen la capacidad  de ser gentiles y ser empáticos con las demás personas, lo cual es perfectamente válido y deseable.  Pero forzar,  imponer o usar el amor y la aceptación como monedas de cambio según el niño haga o no lo que esperamos de él,  no es un camino ni consciente, ni respetuoso de socialización o educación. Tampoco constituye una forma coherente de inculcar el valor de la empatía y la cortesía que son los que se supone deberían dar sentido al hecho de saludar a los demás.
Para beneficio de nuestros pequeños es bueno que aclaremos conceptos: Una cosa es un niño obediente y sumiso, y otra muy distinta es un niño consciente, respetuoso y empático.  

 

 

martes, 27 de noviembre de 2012

Dejémonos guiar por nuestros hijos






Para una crianza libre de violencia es crucial, primero reconocer y luego respetar, aquello que podemos o no esperar de nuestros hijos. Cada momento evolutivo de nuestros niños, niñas y adolescentes entraña determinadas necesidades y capacidades que los adultos significativos a cargo de su educación y crianza debemos interpretar, comprender y ayudar a satisfacer. Identificar la naturaleza de cada etapa evolutiva de los niños y el modo en que según ella sienten,  interpretan el mundo y se establecen sus necesidades legítimas, nos permite responder desde expectativas realistas lo cual es fundamental si queremos criarlos con amor, conciencia, respeto, al tiempo de propiciar el desarrollo de seres empáticos, altruistas, sensibles, competentes y no violentos.

Ilustremos el tema que nos ocupa con algunos ejemplos o comparaciones. Según sea su capacidad física, no se nos ocurriría pedirle al abuelo de noventa años que nos acompañe a correr diez kilómetros un domingo en la mañana.  Esperar que haga un ejercicio tan exigente no cabe dentro de nuestras expectativas. No lo amenazaríamos con castigarlo o pegarle si no viene con nosotros a entrenar para los 10K por el bien de su salud y la salud de la familia, ¿cierto? Tal vez se nos ocurra invitarlo a caminar por el parque o pasear por la plaza. En eso estamos claros. Sin embargo no lo estamos tanto cuando esperamos que un niño de dos años aprenda que no debe tocar los adornos dispuestos a su alcance en la sala y además lo amenazamos con pegarle si mostrara la intención de hacerlo. Ahora bien, si entendemos que el niño respondiendo a su momento evolutivo es movedizo, si comprendemos que está descubriendo el mundo y necesita explorarlo para consolidar su sano desarrollo,   que no es tan hábil con las manos como un adulto y por lo tanto resulta fácil que se le caigan las cosas cuando intenta agarrarlas, que además no sabe que la porcelana se rompe y que todavía a esa edad no es capaz  de seguir una regla,  entonces es de esperar que se deje seducir por el brillante y colorido jarrón sobre la mesita esquinera, lo coja y se le vaya de las manos. Así las cosas, en lugar de amenazar o castigar, ¿por qué no retiramos el jarrón de su alcance? Y si se le ocurre rasgar las revistas nuevas de mamá  puestas en el revistero del piso, en lugar de reprenderlo ¿por qué no cambiar esas revistas por otras viejas que sí pueda rasgar?,  ¿por qué nos cuesta tanto darle la razón y observar que no se trata de “mal comportamiento” sino de necesidades y conductas propias y naturales de su etapa evolutiva?, ¿por qué en lugar de forzar al niño para que se adapte a nuestras exigencias y expectativas adultas, no adaptamos el entorno, la casa y nuestras expectativas a las particulares necesidades del momento evolutivo que atraviesa nuestro hijo?  A fin de cuentas se trata de una transición. Los niños crecen y llegará el día en que podremos organizarnos y organizar la casa en “modo adulto”.  Mientras tanto,  como decía Miguelito, uno de los personajes de la emblemática Mafalda, ¿de que les sirve ser niños si no les dejamos ejercer su niñez?

Usemos otro ejemplo: así como llega el período madurativo en el que brota la primera dentición necesaria para comenzar a incorporar alimentos sólidos, también llega el momento evolutivo en el que brotan las hormonas y el despertar sexual - entre otras razones-  nada más ni nada menos que para perpetuar la especie humana.   Pero, ¿qué nos pasa cuando nuestra hija o hijo adolescente comienza a tener novios o novias?, ¿le ayudamos a aceptar y hacerse consciente de lo que está ocurriendo en su cuerpo, de la eclosión de sensaciones y deseos que experimenta? En una civilización cada vez más alejada de los instintos y que conduce a la evasión y la desconexión con el propio cuerpo, ¿estamos preparados para aceptar y ayudar a nuestro hijo o hija adolescente a asimilar que ahora, además de sentir el impulso, también es capaz de engendrar y procrear nueva vida?, ¿le hablamos sobre sexo seguro?, ¿le damos apoyo, confianza, información y opciones para que disfrute, desde su libre y consciente elección, de una vida sexual activa sana y sin riesgos, previniendo embarazos no deseados o infecciones de transmisión sexual?...

Aunque parezca una tarea compleja,  para reconocer las necesidades reales y particulares de nuestros hijos según la etapa evolutiva que transitan, no es necesario convertirnos en psicólogos o especialistas. Claro que puede ayudarnos escuchar charlas, acudir a talleres, leer libros y posts de crianza respetuosa. Sin embargo, como bien lo dice la frecuentemente citada y recomendada autora argentina Laura Gutman, bastaría con que dejáramos a un lado nuestras opiniones sobre lo correcto o incorrecto y entendiéramos que los niños están más cerca de su propio ser esencial y en mejor capacidad de registrar aquello que necesitan o aquello que no les encaja. De modo que “si nos dejamos guiar por nuestros hijos, difícilmente nos equivoquemos”.




jueves, 22 de noviembre de 2012

Dejémonos guiar por nuestros hijos






Para una crianza libre de violencia es crucial, primero reconocer y luego respetar, aquello que podemos o no esperar de nuestros hijos. Cada momento evolutivo de nuestros niños, niñas y adolescentes entraña determinadas necesidades y capacidades que los adultos significativos a cargo de su educación y crianza debemos interpretar, comprender y ayudar a satisfacer. Identificar la naturaleza de cada etapa evolutiva de los niños y el modo en que según ella sienten,  interpretan el mundo y se establecen sus necesidades legítimas, nos permite responder desde expectativas realistas lo cual es fundamental si queremos criarlos con amor, conciencia, respeto, al tiempo de propiciar el desarrollo de seres empáticos, altruistas, sensibles, competentes y no violentos.

Ilustremos el tema que nos ocupa con algunos ejemplos o comparaciones. Según sea su capacidad física, no se nos ocurriría pedirle al abuelo de noventa años que nos acompañe a correr diez kilómetros un domingo en la mañana.  Esperar que haga un ejercicio tan exigente no cabe dentro de nuestras expectativas. No lo amenazaríamos con castigarlo o pegarle si no viene con nosotros a entrenar para los 10K por el bien de su salud y la salud de la familia, ¿cierto? Tal vez se nos ocurra invitarlo a caminar por el parque o pasear por la plaza. En eso estamos claros. Sin embargo no lo estamos tanto cuando esperamos que un niño de dos años aprenda que no debe tocar los adornos dispuestos a su alcance en la sala y además lo amenazamos con pegarle si mostrara la intención de hacerlo. Ahora bien, si entendemos que el niño respondiendo a su momento evolutivo es movedizo, si comprendemos que está descubriendo el mundo y necesita explorarlo para consolidar su sano desarrollo,   que no es tan hábil con las manos como un adulto y por lo tanto resulta fácil que se le caigan las cosas cuando intenta agarrarlas, que además no sabe que la porcelana se rompe y que todavía a esa edad no es capaz  de seguir una regla,  entonces es de esperar que se deje seducir por el brillante y colorido jarrón sobre la mesita esquinera, lo coja y se le vaya de las manos. Así las cosas, en lugar de amenazar o castigar, ¿por qué no retiramos el jarrón de su alcance? Y si se le ocurre rasgar las revistas nuevas de mamá  puestas en el revistero del piso, en lugar de reprenderlo ¿por qué no cambiar esas revistas por otras viejas que sí pueda rasgar?,  ¿por qué nos cuesta tanto darle la razón y observar que no se trata de “mal comportamiento” sino de necesidades y conductas propias y naturales de su etapa evolutiva?, ¿por qué en lugar de forzar al niño para que se adapte a nuestras exigencias y expectativas adultas, no adaptamos el entorno, la casa y nuestras expectativas a las particulares necesidades del momento evolutivo que atraviesa nuestro hijo?  A fin de cuentas se trata de una transición. Los niños crecen y llegará el día en que podremos organizarnos y organizar la casa en “modo adulto”.  Mientras tanto,  como decía Miguelito, uno de los personajes de la emblemática Mafalda, ¿de que les sirve ser niños si no les dejamos ejercer su niñez?

Usemos otro ejemplo: así como llega el período madurativo en el que brota la primera dentición necesaria para comenzar a incorporar alimentos sólidos, también llega el momento evolutivo en el que brotan las hormonas y el despertar sexual - entre otras razones-  nada más ni nada menos que para perpetuar la especie humana.   Pero, ¿qué nos pasa cuando nuestra hija o hijo adolescente comienza a tener novios o novias?, ¿le ayudamos a aceptar y hacerse consciente de lo que está ocurriendo en su cuerpo, de la eclosión de sensaciones y deseos que experimenta? En una civilización cada vez más alejada de los instintos y que conduce a la evasión y la desconexión con el propio cuerpo, ¿estamos preparados para aceptar y ayudar a nuestro hijo o hija adolescente a asimilar que ahora, además de sentir el impulso, también es capaz de engendrar y procrear nueva vida?, ¿le hablamos sobre sexo seguro?, ¿le damos apoyo, confianza, información y opciones para que disfrute, desde su libre y consciente elección, de una vida sexual activa sana y sin riesgos, previniendo embarazos no deseados o infecciones de transmisión sexual?...

Aunque parezca una tarea compleja,  para reconocer las necesidades reales y particulares de nuestros hijos según la etapa evolutiva que transitan, no es necesario convertirnos en psicólogos o especialistas. Claro que puede ayudarnos escuchar charlas, acudir a talleres, leer libros y posts de crianza respetuosa. Sin embargo, como bien lo dice la frecuentemente citada y recomendada autora argentina Laura Gutman, bastaría con que dejáramos a un lado nuestras opiniones sobre lo correcto o incorrecto y entendiéramos que los niños están más cerca de su propio ser esencial y en mejor capacidad de registrar aquello que necesitan o aquello que no les encaja. De modo que “si nos dejamos guiar por nuestros hijos, difícilmente nos equivoquemos”.


Twitter. @conocemimundo


jueves, 15 de noviembre de 2012

Hagamos tregua a la guerra de deseos


¡Que vayas a bañarte!... ¡Recoge tu cuarto ahora mismo!... ¡NO te lleves eso a la boca!... ¡Esa camisa es ridícula ponte la que te dije!... ¡Que NO saltes en la cama!... ¡Te dije que NO!…

La mayor parte del tiempo los padres entablamos una guerra de deseos con nuestros hijos. Desde que son pequeños imponemos, damos órdenes y exigimos, en lugar de informarles con paciencia, de acordar, de comunicar  aquello que nos pasa o esperamos de ellos y escuchar lo que nuestros niños, niñas y adolescentes tienen que decirnos, con el mismo respeto y consideración con que esperamos ser tratados entre adultos. Constantemente descalificamos las capacidades de comprender, elegir, opinar y sentir de nuestros pequeños.

¿Qué tal si hacemos una tregua a la guerra de deseos? ¿Qué tal si probamos una forma diferente de hacer las cosas? ¿Qué tal si a partir de ahora en lugar de apelar a un NO,  decimos SI pero hasta aquí?  ¿Qué tal si en lugar de imponer, regañar o dar órdenes, explicamos, informamos y ofrecemos alternativas permitiendo que el niño pueda elegir?.

Por ejemplo:

·      “¿Quieres bañarte antes o después de cenar? o tal vez antes de bañarte prefieras acompañarme mientras preparo la cena y así nos contamos cómo nos fue durante el día”:  Además de ofrecer opciones, no hay nada más atractivo y estimulante  (ni siquiera la TV o los video juegos) para un niño que ha estado todo el día sin ver ni vincularse con sus padres, que la oportunidad de obtener presencia, mirada, atención y afecto de sus progenitores. 
·      “¿Qué te parece si cantamos tu canción favorita o  jugamos a Blanca Nieves y los Siete Enanitos mientras ordenamos la habitación?”: En lugar de dar sistemáticamente órdenes, vinculémonos a través del juego, la risa y la creatividad para motivar y construir en los pequeños el deseo natural de cooperar.
·      “Entiendo que quieras llevarte ese objeto a la boca, se ve bastante provocativo, pero es peligroso y te puede hacer daño, mejor prueba este que no te hará daño”: Reconocer el deseo del niño aún cuando no podamos complacerlo, permite que se sienta tomado en cuenta y al ofrecerle opciones le enseñamos que la vida no es un vaso medio vacío, sino lleno de posibilidades.
·      “Veo que te encanta saltar,  tenemos que ir al parque de juegos muy pronto para que te des gusto sobre el colchón de aire… o mejor bajemos el colchón al piso para que puedas hacerlo  sin riesgo de caerte de la cama”: Reconocer las necesidades legítimas de los pequeños (en este caso ejercitar su destreza de  motricidad gruesa, gastar energía, divertirse, etc.) y abrir posibilidades para satisfacerlas, hará que se sientan seguros, felices y  amados.
·      “Sabes que tienes libertad de ponerte la camisa que elijas siempre que esté limpia”: Cuando ofrecemos alternativas y permitimos que nuestro hijo elija, logramos que se  sienta empoderado, prevenimos confrontaciones, al tiempo que le enseñamos a fortalecer la confianza y la autoestima para tomar sus propias decisiones y desarrollar su libre personalidad enmarcada en el respeto y la empatía.

Los seres humanos, incluidos los niños, no respondemos ni con gusto, ni con placer a la coerción o a la fuerza. Mantengamos presente que para educar sin violencia es fundamental reconocer, nombrar y dar importancia a las necesidades y deseos de nuestros hijos, incluso cuando no podamos complacerlos. Esto hará que se sientan tomados en cuenta, amados y respetados. Los niños entienden todo si les explicamos con amor, respeto y paciencia.



Email: conocemimundo@gmail.com  

Twitter. @conocemimundo

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Sobre expertos, libros y sitios de Crianza Respetuosa




A la hora de hablar o escribir sobre crianza respetuosa, me cuido bien de citar o recomendar especialistas y autores con una  visión acerca de la infancia apegada a la ética y los principios que la orientan.  A simple vista podría parecer que solamente el hecho de trabajar por los niños, por su salud, por el buen trato y la defensa de sus derechos, es suficiente credencial como para confiar en que estamos frente a autores o especialistas que propugnan crianza respetuosa. Sin embargo, no siempre es así, trabajar por la infancia no equivale necesariamente comprender lo que supone la crianza de apego, consciente, natural, ni haber asimilado a cabalidad el cambio de la visión adultocéntrica hacia un nuevo paradigma donde el niño es entendido y tratado como a un igual. A menudo me encuentro con psicólogos, abogados, jueces, pediatras, docentes,  consejeros o miembros de organizaciones gubernamentales y no gubernamentales pro defensa de la lactancia materna, del buen trato y los derechos de niños y adolescentes, quienes para sustituir el castigo físico, proponen métodos conductistas de crianza como el Tiempo Fuera  o  Time Out,  especialistas que todavía creen en castigos deseables para educar y por lo tanto recomiendan sistemas de recompensas o retirada de privilegios para reforzar conductas, o que proponen retirar la atención y comunicación a un pequeño cuando se encuentra en medio de un episodio de berrinche, o desaconsejan el colecho, o piensan que a los niños se les malcría si los cargas cuando lloran, etc., o que no registran el hecho de distribuir copias ilegales de libros de crianza respetuosa en sus sitios web, como un acto de violencia hacia los derechos del autor,  que a su vez no condice con la construcción y transmisión de valores éticos a nuestros hijos.

Basándome en mis investigaciones, entrevistas y experiencia a lo largo de estos años como divulgadora de temas de crianza respetuosa, me atrevo a decir que son contados los especialistas y autores  quienes realmente han comprendido lo que entraña este cambio de paradigmas en su justa dimensión.
Digo todo esto, porque quiero listar algunos libros y sitios web en español que  constituyen referencia indispensable a la hora de nutrirnos e informarnos sobre crianza respetuosa y cuyos autores recomiendo a ojos cerrados siendo de los pocos que encuentro cabalmente claros y coherentes con los principios de respeto, dignidad y empatía hacia los pequeños.  Aclaro que por razones de espacio no enumeraré a  todos los que quisiera recomendar, pero dejo suficiente información como para empezar. Por otra parte, aclaro que mi objetivo tampoco es calificar a ningún especialista o autor como bueno o malo, consciente o inconsciente, ni mucho menos prescribir a padres o  adultos responsables de los niños lo que deben o no leer o cómo deben educarlos. Mi único propósito es abrir nuevas ventanas y que cada quien elija en cuál asomarse.

Aquí  les dejo algunos libros fundamentales con los enlaces donde podrán leer sus respectivas reseñas:


A continuación  algunas recomendaciones de sitios en internet:

      Espero que disfruten de experiencias útiles y transformadoras, si eligen asomarse por estas ventanas que aquí les dejo abiertas.

Twitter. @conocemimundo