miércoles, 27 de marzo de 2013

Paciencia para criar, ¿de dónde la sacamos? (Parte III)


Ya vamos por la tercera entrega,  desde que  comenzamos a publicar la serie de cuestionarios hechos a especialistas psicólogos, educadores, madres y padres blogueros de Iberoamérica, todos amigos y amigas orientados por los principios de la crianza consciente, sobre la tan deseada y escasa cualidad de la paciencia, indispensable para una crianza libre de  violencia. Si aún no has visto las entregas anteriores, puedes disfrutar aquí de la primera y aquí de la segunda.
Hoy toca nutrirnos con las respuestas de uno de los especialistas favoritos, siempre citados y recomendados por esta servidora, un aliado incondicional en la construcción de cultura de paz. Se trata de Antonio Pignatiello Megliola, psicoanalista venezolano, investigador y profesor de la Universidad Central de Venezuela, creador y autor del estupendo Blog Revés de la Masculinidad

Antonio Pignatiello

Querida Berna
Te agradezco la invitación a participar en esta iniciativa. Ha sido muy interesante responder tu cuestionario, además agrego (me parece importante) que lo disfruté mucho. Pienso que has tocado un tema clave.  

¿Qué es la paciencia?
Se suele ver la paciencia como algo que se tiene o no y que sirve para aguantar o soportar algo desagradable o enojoso sin reaccionar de una manera que usualmente implica algún tipo de agresión o uso de la fuerza. Hemos escuchado expresiones como “¡Señor dame paciencia!” o aquella que invita a “armarse de paciencia”. Desde esta visión común la paciencia es una evitar algo, un dejar de hacer algo, se ve como pasividad forzada y tras de ella se esconde la agresión.
Prefiero concebir la paciencia  como una manera de actuar sobre la realidad en la que nos acompasamos con el tiempo que requieren las cosas para ser realizadas, es saber ocuparse de cosas que pueden parecer pequeñas en lugar de saltar sobre ellas o ignorarlas. Paciencia es comprender que los procesos de la vida tienen tiempos que no responden a nuestras ansiedades o nuestros caprichos, y sobre todo que el otro tiene su propio tiempo, así como una voluntad y un deseo propios. Paciencia implica entonces respeto y empatía.
Paciencia es también saber esperar y disfrutar el camino para alcanzar un resultado, para eso hay que ser capaz de contener los propios impulsos para lograr sentir, percibir y reflexionar. Paciencia es liberarse de la angustia por lo inmediato, por lo rápido, por lo que tiene que ser ya.
Para mí la paciencia resuena  con paz y no con pasividad.

¿Qué importancia tiene en la crianza de los hijos?
Pienso en primer lugar en dos razones, la primera es que como adultos tenemos poder sobre los niños y eso nos coloca en riesgo de llegar a forzar, abusar, invadir, someter, avasallar llevados por la premura de nuestras angustias o de las exigencias que nos hemos impuesto acerca de cómo deben ser las cosas para que estén bien. La otra razón es que la crianza es un asunto de procesos, de tiempos, de maduración y de interacción con otro ser humano que va conformando sus propios deseos y su voluntad.

¿Por qué a los padres se nos hace tan difícil ser pacientes con nuestros hijos?
Tal vez haya infinitas razones, tantas como madres y padres existen. Entre las dificultades más frecuentes mencionaría que no fueron pacientes con nosotros en nuestra niñez, que obramos presionados por ideales y mandatos, los cuales están en nuestra realidad psíquica pero no se corresponden con la realidad de los hijos, que asumimos las tareas parentales con mucha angustia, que nos aferramos a la autoridad como eje del rol que pretendemos cumplir en la crianza, que le tenemos miedo a no controlar todo y aceptar que muchos procesos de desarrollo tienen un curso propio que no se puede ni debe forzar.

¿Qué podemos hacer para que la paciencia nos acompañe de un modo genuino y sostenible durante las exigencias diarias que demanda la crianza de los hijos?
En primer lugar integrarla como parte de nuestra vida en todos los ámbitos, no se puede ser paciente con los hijos si se vive con prisa azorada en el trabajo, el tráfico, el estudio o las tareas domésticas. También pienso que puede ayudar darle más tiempo a escuchar, observar, reflexionar en lugar de estar siempre actuando “en automático”.

¿Cómo se cultiva la paciencia?
La pregunta contiene una afirmación clave, la paciencia se cultiva, esto quiere decir un trabajo constante por alcanzar los frutos que ella ofrece. No es algo que baja del cielo o que se compra, tampoco se impone o se decreta. La paciencia es  resultado de un trabajo de reconocimiento y transformación de nuestras emociones, impulsos, deseos, fantasías y formas de percibirnos a nosotros mismos y a los otros. Es educarse en la disciplina de saber esperar, de confiar en el otro, de apostar en resultados que no son inmediatos, de saber vivir y obrar con lentitud.

¿De dónde sacamos la paciencia cuando sentimos que ya no nos queda ni un poquito?
Cuando sentimos que no nos queda ni un poquito es el momento de parar, hacer una pausa, respirar. Lograr esa pausa es abrir un paréntesis para dejar que surja otra cosa, otra idea, otra manera de ver una situación, también para dejar que el otro diga y haga aportando su respuesta y su solución. También hay que considerar que muchas veces no es que se acabó la paciencia (otra vez la idea de algo que se adquiere o se acaba), sino que nos encontramos muy frustrados, aburridos, molestos o angustiados al percatarnos que no obtenemos el resultado que esperamos, o por otras cosas que ocurren en nuestra vida cotidiana o nuestro mundo psíquico.

¿Cómo reconducir las respuestas violentas hacia nuestros peques cuando nos sentimos desbordados?
Ante todo reconociendo que son respuestas violentas y no reacciones legítimas y necesarias como usualmente se ven. Ayuda reflexionar y revisar qué es lo que en cada uno/a lleva a la violencia (y tras de ella el abuso del poder), las respuestas suelen estar en nuestra historia con relación a las figuras de autoridad, en las ansiedades con las que afrontamos los roles parentales, es decir en asuntos y procesos que no tienen que ver con nuestros hijas e hijos pero que inconscientemente descargamos en ellos. Es importante analizar esas conductas cuando ocurren, si nos detenemos un momento a pensar no percatamos de que no nos gustan, pero en lugar de relegarlas al olvido, es necesario reflexionar: ¿qué me pasó? ¿por qué actúo así? ¿es necesario o productivo? ¿de qué otra manera puedo intervenir en otra situación análoga? Si tomamos los espacios para reflexionar y analizar críticamente nuestros actos podremos ser menos impulsivos y disponer de más opciones para elegir qué hacer ante una situación dada.

Lee las demás entregas de este especial con entrevistas y puntos de vista sobre la paciencia en la crianza,   en los enlaces siguientes:
Twitter. @conocemimundo

Paciencia para criar, ¿de dónde la sacamos? (Parte III)


Ya vamos por la tercera entrega,  desde que  comenzamos a publicar la serie de cuestionarios hechos a especialistas psicólogos, educadores, madres y padres blogueros de Iberoamérica, todos amigos y amigas orientados por los principios de la crianza consciente, sobre la tan deseada y escasa cualidad de la paciencia, indispensable para una crianza libre de  violencia. Si aún no has visto las entregas anteriores, puedes disfrutar aquí de la primera y aquí de la segunda.
Hoy toca nutrirnos con las respuestas de uno de los especialistas favoritos, siempre citados y recomendados por esta servidora, un aliado incondicional en la construcción de cultura de paz. Se trata de Antonio Pignatiello Megliola, psicoanalista venezolano, investigador y profesor de la Universidad Central de Venezuela, creador y autor del estupendo Blog Revés de la Masculinidad

Antonio Pignatiello

Querida Berna
Te agradezco la invitación a participar en esta iniciativa. Ha sido muy interesante responder tu cuestionario, además agrego (me parece importante) que lo disfruté mucho. Pienso que has tocado un tema clave.  

¿Qué es la paciencia?
Se suele ver la paciencia como algo que se tiene o no y que sirve para aguantar o soportar algo desagradable o enojoso sin reaccionar de una manera que usualmente implica algún tipo de agresión o uso de la fuerza. Hemos escuchado expresiones como “¡Señor dame paciencia!” o aquella que invita a “armarse de paciencia”. Desde esta visión común la paciencia es una evitar algo, un dejar de hacer algo, se ve como pasividad forzada y tras de ella se esconde la agresión.
Prefiero concebir la paciencia  como una manera de actuar sobre la realidad en la que nos acompasamos con el tiempo que requieren las cosas para ser realizadas, es saber ocuparse de cosas que pueden parecer pequeñas en lugar de saltar sobre ellas o ignorarlas. Paciencia es comprender que los procesos de la vida tienen tiempos que no responden a nuestras ansiedades o nuestros caprichos, y sobre todo que el otro tiene su propio tiempo, así como una voluntad y un deseo propios. Paciencia implica entonces respeto y empatía.
Paciencia es también saber esperar y disfrutar el camino para alcanzar un resultado, para eso hay que ser capaz de contener los propios impulsos para lograr sentir, percibir y reflexionar. Paciencia es liberarse de la angustia por lo inmediato, por lo rápido, por lo que tiene que ser ya.
Para mí la paciencia resuena  con paz y no con pasividad.

¿Qué importancia tiene en la crianza de los hijos?
Pienso en primer lugar en dos razones, la primera es que como adultos tenemos poder sobre los niños y eso nos coloca en riesgo de llegar a forzar, abusar, invadir, someter, avasallar llevados por la premura de nuestras angustias o de las exigencias que nos hemos impuesto acerca de cómo deben ser las cosas para que estén bien. La otra razón es que la crianza es un asunto de procesos, de tiempos, de maduración y de interacción con otro ser humano que va conformando sus propios deseos y su voluntad.

¿Por qué a los padres se nos hace tan difícil ser pacientes con nuestros hijos?
Tal vez haya infinitas razones, tantas como madres y padres existen. Entre las dificultades más frecuentes mencionaría que no fueron pacientes con nosotros en nuestra niñez, que obramos presionados por ideales y mandatos, los cuales están en nuestra realidad psíquica pero no se corresponden con la realidad de los hijos, que asumimos las tareas parentales con mucha angustia, que nos aferramos a la autoridad como eje del rol que pretendemos cumplir en la crianza, que le tenemos miedo a no controlar todo y aceptar que muchos procesos de desarrollo tienen un curso propio que no se puede ni debe forzar.

¿Qué podemos hacer para que la paciencia nos acompañe de un modo genuino y sostenible durante las exigencias diarias que demanda la crianza de los hijos?
En primer lugar integrarla como parte de nuestra vida en todos los ámbitos, no se puede ser paciente con los hijos si se vive con prisa azorada en el trabajo, el tráfico, el estudio o las tareas domésticas. También pienso que puede ayudar darle más tiempo a escuchar, observar, reflexionar en lugar de estar siempre actuando “en automático”.

¿Cómo se cultiva la paciencia?
La pregunta contiene una afirmación clave, la paciencia se cultiva, esto quiere decir un trabajo constante por alcanzar los frutos que ella ofrece. No es algo que baja del cielo o que se compra, tampoco se impone o se decreta. La paciencia es  resultado de un trabajo de reconocimiento y transformación de nuestras emociones, impulsos, deseos, fantasías y formas de percibirnos a nosotros mismos y a los otros. Es educarse en la disciplina de saber esperar, de confiar en el otro, de apostar en resultados que no son inmediatos, de saber vivir y obrar con lentitud.

¿De dónde sacamos la paciencia cuando sentimos que ya no nos queda ni un poquito?
Cuando sentimos que no nos queda ni un poquito es el momento de parar, hacer una pausa, respirar. Lograr esa pausa es abrir un paréntesis para dejar que surja otra cosa, otra idea, otra manera de ver una situación, también para dejar que el otro diga y haga aportando su respuesta y su solución. También hay que considerar que muchas veces no es que se acabó la paciencia (otra vez la idea de algo que se adquiere o se acaba), sino que nos encontramos muy frustrados, aburridos, molestos o angustiados al percatarnos que no obtenemos el resultado que esperamos, o por otras cosas que ocurren en nuestra vida cotidiana o nuestro mundo psíquico.

¿Cómo reconducir las respuestas violentas hacia nuestros peques cuando nos sentimos desbordados?
Ante todo reconociendo que son respuestas violentas y no reacciones legítimas y necesarias como usualmente se ven. Ayuda reflexionar y revisar qué es lo que en cada uno/a lleva a la violencia (y tras de ella el abuso del poder), las respuestas suelen estar en nuestra historia con relación a las figuras de autoridad, en las ansiedades con las que afrontamos los roles parentales, es decir en asuntos y procesos que no tienen que ver con nuestros hijas e hijos pero que inconscientemente descargamos en ellos. Es importante analizar esas conductas cuando ocurren, si nos detenemos un momento a pensar no percatamos de que no nos gustan, pero en lugar de relegarlas al olvido, es necesario reflexionar: ¿qué me pasó? ¿por qué actúo así? ¿es necesario o productivo? ¿de qué otra manera puedo intervenir en otra situación análoga? Si tomamos los espacios para reflexionar y analizar críticamente nuestros actos podremos ser menos impulsivos y disponer de más opciones para elegir qué hacer ante una situación dada.

Lee las demás entregas de este especial con entrevistas y puntos de vista sobre la paciencia en la crianza,   en los enlaces siguientes:

miércoles, 20 de marzo de 2013

Paciencia para criar, ¿de dónde la sacamos? (Parte II)

La semana pasada comenzamos a publicar (véanlo aquí) una serie de cuestionarios hechos a especialistas psicólogos, educadores, madres y padres blogueros de Iberoamérica, todos amigos y amigas volcados a la crianza consciente. Hablamos sobre un elemento escaso e imprescindible que sin duda nos inquieta toda vez que desearíamos tener a raudales durante el inmenso desafío de criar a los hijos: la paciencia.
En esta oportunidad les traigo la  respuesta  de Ileana Medina Hernández, periodista cubana-española, coautora del libro “Una Nueva Maternidad”, mamá bloguera (Blog Tenemos Tetas) volcada en la crianza con apego. Espero que disfruten y aprovechen tanto como yo, de los quilates de las opiniones inteligentes, preclaras y sustantivas que generosamente en medio de las infinitas ocupaciones de mamá puérpera  -entre porteos y dar la teta- nos regala, mi querida y admirada colega.



¿Qué es la paciencia?
Digamos que la paciencia es el momento intermedio entre la empatía y el enfado. Cuando hay empatía, identificación, conexión, no hace falta paciencia, todo rueda. Las dos personas estamos juntas y compartiendo porque a ambas nos apetece. Cuando se acaba la conexión, la coincidencia espontánea, hay que echar mano de la paciencia, de la capacidad de tolerar, de soportar, de acompañar... aun cuando no sea nuestro deseo en ese momento. Y ya cuando no nos queda ni la paciencia, llega el enfado, el mal humor, los gritos, la imposición o la violencia.

 ¿Qué importancia tiene la paciencia en la crianza de los hijos?
La paciencia tiene mucha importancia en la crianza porque es el umbral que evita que lleguemos a ser violentos con ellos. Por violencia no entiendo solo pegar, también gritar o imponer nuestros puntos de vista. Me gusta la definición de violencia que da Laura Gutman: hay violencia siempre que dos deseos diferentes no pueden coexistir. Entonces, fijémonos cuantas veces somos violentos con nuestros hijos.
Para los niños todo es un juego: comer, vestirse, bañarse... todo es jugar para ellos. Eso no encaja a menudo con los planes y los tiempos que tenemos los adultos. Lo ideal sería que para criar todos contactáramos con nuestro "niño interior", y que tuviéramos disponibilidad real y emocional para pasar horas acompañando a nuestros hijos, a jugar, a explorar, a redescubrir el mundo con ellos, a insertarlos en nuestros trabajos, etc...
Pero desgraciadamente, eso es muy poco frecuente. Los adultos perdimos a nuestros niños interiores en alguna parte del camino. Entonces, como mal menor, debemos echar mano de la paciencia, la tolerancia, la capacidad de llegar a acuerdos, de respetar y tomar en serio las necesidades y los deseos de nuestros hijos. Para eso sirve la paciencia.

¿Por qué a los padres se nos hace tan difícil ser pacientes con nuestros hijos?
Se nos hace difícil porque a su vez los adultos no fueron pacientes con nosotros cuando éramos niños. Casi todos venimos de educaciones muy autoritarias, de historias transgeneracionales de abandono emocional importantes. Así, cuando devenimos padres, nos cuesta mucho hacer las cosas de modo diferente. Transmitimos la violencia, el "pecado original", de generación en generación.
La ira que tenemos acumulada de nuestra propia infancia reprimida sale a la luz, sobre todo con nuestros niños. No sacamos la ira con nuestros jefes, nuestros compañeros de trabajo, nuestros maridos: la vomitamos sobre los niños que son la parte más débil de la cadena.

 ¿Qué podemos hacer para que la paciencia nos acompañe de un modo genuino y sostenible durante las exigencias diarias que demanda la crianza de los hijos?
Tenemos primero que tomar conciencia. Por lo menos a nivel teórico, tenemos que ser conscientes de que nuestros niños necesitan y merecen padres y madres pacientes, que sostengan, respeten y acompañen. Que merecen el mismo respeto que cualquier adulto, o más, porque al fin y al cabo son las personitas que más amamos en el mundo. Todavía mucha gente justifica el uso de la violencia contra los niños. Y desde ahí, poco se puede avanzar.
Ese es el primer paso, pero no es suficiente. Muchos tenemos la teoría clara, pero en la práctica nos desbordamos muy a menudo. A mí me sucede con mi hija. A veces grito o impongo, y luego me siento fatal. Porque no basta con la conciencia racional, hace falta abordar nuestras realidades emocionales, nuestros propios desamparos infantiles.

¿Cómo se cultiva la paciencia?
La paciencia pertenece al grupo de cualidades que nos permiten el acercamiento al Otro, como la generosidad, la solidaridad, la empatía, la ternura... en general, el amor. Para cultivarla, es preciso asomarnos a nuestra sombra, abordar nuestras carencias inconscientes, dejar de ser niños necesitados nosotros mismos. Madurar, trascender el ego. Es lo que en general se conoce como crecimiento personal, desarrollo espiritual si se quiere. Aumentar nuestra capacidad de amar, de ponernos en el lugar del otro, de dar, en lugar de centrarnos en recibir lo que no recibimos en nuestra infancia. Como dice Jodorowski, el amor (la mirada, la atención) que no recibimos en nuestra infancia ya nadie nos la va a dar, así que centrémonos en darla nosotros, en descubrir el manantial inagotable de amor que emana de cada uno cuando nos permitimos romper nuestras corazas.
La mayoría de los adultos en nuestra sociedad somos adultos carentes, egoístas, inmaduros... centrados en llenar nuestros propios agujeros emocionales a través del consumo, el trabajo, la comida, la televisión, la apariencia exterior, la vida social, la vanidad... Así no podemos criar a nadie sin transmitir esos mismos agujeros.
Cultivar la paciencia es parte de un trabajo de crecimiento personal mucho más grande. Podemos y debemos aprovechar la maternidad y la paternidad para ello. Si todos los caminos de crecimiento personal coinciden en la necesidad de dinamitar el ego, no hay taller mejor, oportunidad mejor para eso, que la crianza respetuosa de nuestros hijos. No hay un encuentro con el Otro más poderoso y transformador que el encuentro con nuestros hijos. 

¿De dónde sacamos la paciencia cuando sentimos que ya no nos queda ni un poquito?
Cuando permanecemos tiempo con los niños, casi todos, más tarde o más temprano, terminamos sintiendo que no podemos más.
Siempre digo que es muy fácil ser "espiritual", meditar u orar en celibato o en soledad, como hacen curas, monjes y gurúes. Pero me gustaría verlos como aplican sus teorías rodeados de niños. Intentar estar presentes y satisfacer nuestras propias necesidades, manteniendo el respeto y la satisfacción de las necesidades de los niños, es el reto "espiritual" mayor que hay.
Cuando sentimos que la paciencia se nos acaba, podemos salir, respirar, pedir ayuda. Las madres solemos estar muy solas criando. Buscar tribu, familias amplias, amigas, otras madres y familias con las que compartir la crianza suele ayudar mucho.
En el momento en que nos sentimos desbordados, es necesario saber parar, mirarnos, salir de la habitación, y dejar al niño con otra persona si es posible.
También reconocer ante el niño nuestra falta de paciencia. Yo suelo decirle a mi hija que la paciencia se me acaba, y eso me ayuda a relajarme y a reírnos las dos. También le insisto en que es un problema mío, y que la culpa no es suya.

¿Cómo reconducir las respuestas violentas hacia nuestros peques cuando nos sentimos desbordados?
Es difícil. Buscar mecanismos de humor, reconocer ante los niños que nos estamos desbordando, es una buena manera. Yo creo que en el momento que nos atrapa la ira es difícil ya dar atrás. Por eso el trabajo principal es a largo plazo. Pero desde luego, en el momento en que ya nos encolerizamos, es necesario mirarnos a nosotros mismos, desarrollar la capacidad de mirarnos como quien se mira "desde afuera" y ver el ridículo que hacemos muchas veces.
Buscar el humor, reconocer ante los niños que la paciencia se nos está acabando, y que es un problema nuestro, no del niño.
Criar respetuosamente es el reto más grande de nuestras vidas. Pero vale la pena, no sólo por los niños y por el futuro, sino por nosotros mismos. En la medida en que los respetemos más a ellos, seremos más felices y mejores personas, ganaremos nosotros tanto o más que ellos.
Hoy en día no está de moda hablar de amor, de paciencia, ni de virtudes. Parece algo propio de la iglesia o así. No es progre. Hay que disfrazarlo de "inteligencia emocional" para que pegue en los contextos mediáticos. Pero la gente se cree que la inteligencia emocional es algo para ser más productivos en la empresa, más populares y más "chachis". Solo se valora aquello que nos hace más productivos o más seductores. Pero la alfabetización emocional comienza desde el mismo momento del nacimiento. Cuando nuestros niños son criados con amor y respeto por sus necesidades mamíferas y emocionales. Si las cosas se hacen bien desde el principio, no hay que desandar lo andado. De ahí parte todo.

Lee las demás entregas de este especial con entrevistas y puntos de vista sobre la paciencia en la crianza,   en los enlaces siguientes:

Twitter. @conocemimundo

Paciencia para criar, ¿de dónde la sacamos? (Parte II)

La semana pasada comenzamos a publicar (véanlo aquí) una serie de cuestionarios hechos a especialistas psicólogos, educadores, madres y padres blogueros de Iberoamérica, todos amigos y amigas volcados a la crianza consciente. Hablamos sobre un elemento escaso e imprescindible que sin duda nos inquieta toda vez que desearíamos tener a raudales durante el inmenso desafío de criar a los hijos: la paciencia.
En esta oportunidad les traigo la  respuesta  de Ileana Medina Hernández, periodista cubana-española, coautora del libro “Una Nueva Maternidad”, mamá bloguera (Blog Tenemos Tetas) volcada en la crianza con apego. Espero que disfruten y aprovechen tanto como yo, de los quilates de las opiniones inteligentes, preclaras y sustantivas que generosamente en medio de las infinitas ocupaciones de mamá puérpera  -entre porteos y dar la teta- nos regala, mi querida y admirada colega.



¿Qué es la paciencia?
Digamos que la paciencia es el momento intermedio entre la empatía y el enfado. Cuando hay empatía, identificación, conexión, no hace falta paciencia, todo rueda. Las dos personas estamos juntas y compartiendo porque a ambas nos apetece. Cuando se acaba la conexión, la coincidencia espontánea, hay que echar mano de la paciencia, de la capacidad de tolerar, de soportar, de acompañar... aun cuando no sea nuestro deseo en ese momento. Y ya cuando no nos queda ni la paciencia, llega el enfado, el mal humor, los gritos, la imposición o la violencia.

 ¿Qué importancia tiene la paciencia en la crianza de los hijos?
La paciencia tiene mucha importancia en la crianza porque es el umbral que evita que lleguemos a ser violentos con ellos. Por violencia no entiendo solo pegar, también gritar o imponer nuestros puntos de vista. Me gusta la definición de violencia que da Laura Gutman: hay violencia siempre que dos deseos diferentes no pueden coexistir. Entonces, fijémonos cuantas veces somos violentos con nuestros hijos.
Para los niños todo es un juego: comer, vestirse, bañarse... todo es jugar para ellos. Eso no encaja a menudo con los planes y los tiempos que tenemos los adultos. Lo ideal sería que para criar todos contactáramos con nuestro "niño interior", y que tuviéramos disponibilidad real y emocional para pasar horas acompañando a nuestros hijos, a jugar, a explorar, a redescubrir el mundo con ellos, a insertarlos en nuestros trabajos, etc...
Pero desgraciadamente, eso es muy poco frecuente. Los adultos perdimos a nuestros niños interiores en alguna parte del camino. Entonces, como mal menor, debemos echar mano de la paciencia, la tolerancia, la capacidad de llegar a acuerdos, de respetar y tomar en serio las necesidades y los deseos de nuestros hijos. Para eso sirve la paciencia.

¿Por qué a los padres se nos hace tan difícil ser pacientes con nuestros hijos?
Se nos hace difícil porque a su vez los adultos no fueron pacientes con nosotros cuando éramos niños. Casi todos venimos de educaciones muy autoritarias, de historias transgeneracionales de abandono emocional importantes. Así, cuando devenimos padres, nos cuesta mucho hacer las cosas de modo diferente. Transmitimos la violencia, el "pecado original", de generación en generación.
La ira que tenemos acumulada de nuestra propia infancia reprimida sale a la luz, sobre todo con nuestros niños. No sacamos la ira con nuestros jefes, nuestros compañeros de trabajo, nuestros maridos: la vomitamos sobre los niños que son la parte más débil de la cadena.

 ¿Qué podemos hacer para que la paciencia nos acompañe de un modo genuino y sostenible durante las exigencias diarias que demanda la crianza de los hijos?
Tenemos primero que tomar conciencia. Por lo menos a nivel teórico, tenemos que ser conscientes de que nuestros niños necesitan y merecen padres y madres pacientes, que sostengan, respeten y acompañen. Que merecen el mismo respeto que cualquier adulto, o más, porque al fin y al cabo son las personitas que más amamos en el mundo. Todavía mucha gente justifica el uso de la violencia contra los niños. Y desde ahí, poco se puede avanzar.
Ese es el primer paso, pero no es suficiente. Muchos tenemos la teoría clara, pero en la práctica nos desbordamos muy a menudo. A mí me sucede con mi hija. A veces grito o impongo, y luego me siento fatal. Porque no basta con la conciencia racional, hace falta abordar nuestras realidades emocionales, nuestros propios desamparos infantiles.

¿Cómo se cultiva la paciencia?
La paciencia pertenece al grupo de cualidades que nos permiten el acercamiento al Otro, como la generosidad, la solidaridad, la empatía, la ternura... en general, el amor. Para cultivarla, es preciso asomarnos a nuestra sombra, abordar nuestras carencias inconscientes, dejar de ser niños necesitados nosotros mismos. Madurar, trascender el ego. Es lo que en general se conoce como crecimiento personal, desarrollo espiritual si se quiere. Aumentar nuestra capacidad de amar, de ponernos en el lugar del otro, de dar, en lugar de centrarnos en recibir lo que no recibimos en nuestra infancia. Como dice Jodorowski, el amor (la mirada, la atención) que no recibimos en nuestra infancia ya nadie nos la va a dar, así que centrémonos en darla nosotros, en descubrir el manantial inagotable de amor que emana de cada uno cuando nos permitimos romper nuestras corazas.
La mayoría de los adultos en nuestra sociedad somos adultos carentes, egoístas, inmaduros... centrados en llenar nuestros propios agujeros emocionales a través del consumo, el trabajo, la comida, la televisión, la apariencia exterior, la vida social, la vanidad... Así no podemos criar a nadie sin transmitir esos mismos agujeros.
Cultivar la paciencia es parte de un trabajo de crecimiento personal mucho más grande. Podemos y debemos aprovechar la maternidad y la paternidad para ello. Si todos los caminos de crecimiento personal coinciden en la necesidad de dinamitar el ego, no hay taller mejor, oportunidad mejor para eso, que la crianza respetuosa de nuestros hijos. No hay un encuentro con el Otro más poderoso y transformador que el encuentro con nuestros hijos. 

¿De dónde sacamos la paciencia cuando sentimos que ya no nos queda ni un poquito?
Cuando permanecemos tiempo con los niños, casi todos, más tarde o más temprano, terminamos sintiendo que no podemos más.
Siempre digo que es muy fácil ser "espiritual", meditar u orar en celibato o en soledad, como hacen curas, monjes y gurúes. Pero me gustaría verlos como aplican sus teorías rodeados de niños. Intentar estar presentes y satisfacer nuestras propias necesidades, manteniendo el respeto y la satisfacción de las necesidades de los niños, es el reto "espiritual" mayor que hay.
Cuando sentimos que la paciencia se nos acaba, podemos salir, respirar, pedir ayuda. Las madres solemos estar muy solas criando. Buscar tribu, familias amplias, amigas, otras madres y familias con las que compartir la crianza suele ayudar mucho.
En el momento en que nos sentimos desbordados, es necesario saber parar, mirarnos, salir de la habitación, y dejar al niño con otra persona si es posible.
También reconocer ante el niño nuestra falta de paciencia. Yo suelo decirle a mi hija que la paciencia se me acaba, y eso me ayuda a relajarme y a reírnos las dos. También le insisto en que es un problema mío, y que la culpa no es suya.

¿Cómo reconducir las respuestas violentas hacia nuestros peques cuando nos sentimos desbordados?
Es difícil. Buscar mecanismos de humor, reconocer ante los niños que nos estamos desbordando, es una buena manera. Yo creo que en el momento que nos atrapa la ira es difícil ya dar atrás. Por eso el trabajo principal es a largo plazo. Pero desde luego, en el momento en que ya nos encolerizamos, es necesario mirarnos a nosotros mismos, desarrollar la capacidad de mirarnos como quien se mira "desde afuera" y ver el ridículo que hacemos muchas veces.
Buscar el humor, reconocer ante los niños que la paciencia se nos está acabando, y que es un problema nuestro, no del niño.
Criar respetuosamente es el reto más grande de nuestras vidas. Pero vale la pena, no sólo por los niños y por el futuro, sino por nosotros mismos. En la medida en que los respetemos más a ellos, seremos más felices y mejores personas, ganaremos nosotros tanto o más que ellos.
Hoy en día no está de moda hablar de amor, de paciencia, ni de virtudes. Parece algo propio de la iglesia o así. No es progre. Hay que disfrazarlo de "inteligencia emocional" para que pegue en los contextos mediáticos. Pero la gente se cree que la inteligencia emocional es algo para ser más productivos en la empresa, más populares y más "chachis". Solo se valora aquello que nos hace más productivos o más seductores. Pero la alfabetización emocional comienza desde el mismo momento del nacimiento. Cuando nuestros niños son criados con amor y respeto por sus necesidades mamíferas y emocionales. Si las cosas se hacen bien desde el principio, no hay que desandar lo andado. De ahí parte todo.


miércoles, 13 de marzo de 2013

Paciencia para criar, ¿de dónde la sacamos? (Parte I)


Es un tema al que llevo dándole vueltas desde hace varios meses. Se trata de una cualidad vital pero escasa, para lograr una aproximación respetuosa hacia nuestros hijos.  Padres y madres coinciden en que desean y necesitan -como me dijo recientemente mi querido colega y director de Inspirulina, Elí Bravo- un camión de paciencia durante el desafío que supone la crianza.

Con el propósito de invitar a la reflexión,  ofrecer referentes para consolidar de un modo genuino y sostenible este recurso necesario para una crianza libre de malos tratos, se me ocurrió  hacer un cuestionario y mandarlo a un grupo de  especialistas psicólogos, educadores, madres y padres blogueros de Iberoamérica, todos amigos y amigas orientados por los principios de la crianza consciente.  La respuesta a la convocatoria ha sido generosa y sin desperdicio, por lo que vale la pena publicarla completa, lo cual significa que tenemos material para varias entregas. Estoy segura de que les va a encantar y a servir de mucha ayuda. Aquí tienen la primera parte. Recuerden que vienen más en camino. Estén pendientes cada miércoles cuando estrenaremos una nueva publicación.

La primera en responder ha sido la querida, admirada y frecuentemente citada y recomendada en mis programas y artículos, Violeta Alcocer,  psicóloga española especialista en maternidad y crianza, autora del Blog Atraviesa El Espejo. Directora y fundadora de Aula De familia. En segundo lugar recibí la respuesta de Carlos Costa, papá bloguero apegado a la crianza respetuosa y afincado en Moaña, España. Su blog, el cartapacio de gollum   


Comenzamos con Violeta Alcocer
¡Hola Berna! Allá voy con las respuestas:

¿Qué es la paciencia?
La paciencia (en el contexto de crianza y educativo) es la capacidad del adulto para dar un tipo de respuesta adecuada en situaciones de conflicto. Erróneamente se piensa que tener paciencia es "no actuar" o "no sentirse mal por las acciones de nuestros hijos". La realidad es que la paciencia está más relacionada con la capacidad personal de manejar emociones, pensamientos y conductas para que nuestras reacciones no sean ni demasiado prematuras ni demasiado desproporcionadas.

¿Qué importancia tiene en la crianza de los hijos?
Las reacciones inadecuadas por lo general son desproporcionadas e implican algún tipo de pérdida de control sobre la situación educativa, por lo que aprender a ser pacientes nos hace mejores padres y educadores.

¿Por qué a los padres se nos hace tan difícil ser pacientes con nuestros hijos?
Fundamentalmente porque tenemos prisa, aunque también porque convivimos con creencias erróneas sobre ciertos comportamientos infantiles ("lo hace para molestarme"), por estilos de pensamiento inadecuados, poca tolerancia a las emociones negativas que implica la crianza o ausencia de herramientas para intervenir en situaciones de conflicto.

¿Qué podemos hacer para que la paciencia nos acompañe de un modo genuino y sostenible durante las exigencias diarias que demanda la crianza de los hijos? ¿Cómo se cultiva la paciencia?
El primer paso es detectar los pensamientos automáticos que surgen ante situaciones de conflicto con nuestros hijos ("otra vez estamos igual" "esto hoy no acaba bien" "ya no puedo más"). Estos pensamientos condicionan y generan en nosotros emociones negativas (ansiedad, frustración, miedo, angustia, etc..) que a su vez nos predisponen a dar respuestas rápidas y desproporcionadas (gritar, dar golpes, etc..).
Así que cultivar la paciencia consta de un trabajo personal en tres áreas: pensamiento, emoción y conducta.

¿De dónde sacamos la paciencia cuando sentimos que ya no nos queda ni un poquito?
Cuando sentimos que ya no nos queda ni un poquito podemos retirarnos (que es lo deseable) y/o decirnos a nosotros mismos que no es necesario intervenir siempre y en todas las situaciones. Es mejor pensar sobre lo sucedido esa noche y cuando se vuelva a dar una situación similar, saber cómo actuar.

¿Cómo reconducir las respuestas violentas hacia nuestros peques cuando nos sentimos desbordados?
En vez de intentar "no hacer" (no pegar, por ejemplo), es más útil intentar "hacer otra cosa" que sustituya a nuestra conducta violenta habitual. Siempre es mejor dar un golpe de descarga al sillón que al niño.


 Seguimos con Carlos Costa
¡Hola, Berna! He aquí mis respuestas y comentarios.
¡Un beso!

Antes de nada, quiero indicar algo que quizá sirva para responder a todas las preguntas de golpe. Cuando alguien me dice que tengo mucha paciencia, siempre respondo que no es paciencia. Es amor lo que tengo. De hecho, creo que paciencia no
tengo mucha: si me pongo a hacer una manualidad, lo más habitual es que a los pocos minutos esté ya cansado.

¿Qué es la paciencia?
En el ámbito que nos ocupa, creo que es la capacidad de esperar a que
nuestros hijos asimilen un hecho determinado, que quizá imponemos de
forma -al menos para ellos- arbitraria (terminar la comida, recoger, vestirse para salir...)

¿Qué importancia tiene en la crianza de los hijos?
Toda, porque supone adaptarnos a sus ritmos.

¿Por qué  a los padres se nos hace tan difícil ser pacientes con nuestros hijos?
Porque vivimos en una sociedad que siempre tiene cosas "más importantes" que atender a nuestros hijos. Cosas como ir a trabajar o salir para cenar con los amigos.

¿Qué podemos hacer para que la paciencia nos acompañe de un modo
genuino y sostenible durante las exigencias  diarias que demanda la
crianza de los hijos?
Darnos cuenta de la infinita paciencia que demuestran cada día nuestros hijos con nosotros: se levantan cuando les decimos, van al colegio que hemos decidido por ellos, comen lo que nosotros decidimos y van de vacaciones a donde queremos nosotros. Con la décima parte de esa paciencia tendríamos muchos menos problemas.

¿Cómo se cultiva la paciencia?
Poco a poco. Cada día un poco más. Dándonos cuenta de que esa gota de
paciencia que usamos hoy tiene una repercusión inmediata y a largo
plazo en nuestros hijos. Eso nos animará a ser mañana un poco más pacientes que hoy.

¿Cómo reconducir las respuestas violentas hacia nuestros peques cuando
nos sentimos desbordados?
Nunca deberían darse; si se van a dar, mejor alejarse que soltar violencia contra ellos. Si soltamos violencia contra ellos, utilizar ese hecho como forma de enseñarles a pedir perdón y enseñarles que los papás no son perfectos.