Por Berna Iskandar
En Venezuela predomina un
modelo familiar que el doctor Alejandro Moreno Olmedo, sociólogo e investigador
de la familia venezolana, denomina “Familia Matricentrada”, donde el binomio
madre-hijo-a es la única relación existente y en la que poco o nada se registra
relación de pareja, ni relación padre-hijo-a. El papá, por lo tanto, queda
excluido de la vida familiar y esto, según explica el doctor Moreno, se expresa
incluso en el modo de hablar. En Venezuela, por ejemplo, no decimos “voy a casa
de mis padres”, sino, “voy a casa de mi mamá”, ni nos referimos “al cuarto de
mis padres”, sino al “cuarto de mi mamá”. En Venezuela, el día de la madre
ocurre en medio de movilizaciones extraordinarias, comparadas con las fiestas
navideñas. Del día del padre poco se habla, y poco menos recordamos cuándo se
celebra.
En muchos hogares venezolanos abundan las heridas que
afloran con la inminencia de una paternidad ausente o de presencia tangencial y
poco significativa dentro de la familia. A lo largo de la vida, muchas y muchos venezolanos conectarán con el
dolor del padre que nunca estuvo. Y no faltará quien intente compensar vacíos -desde
la mejor de las intenciones- insuflando coraje a las mamás solas con el consabido “porque tú has
sido padre y madre”, sin que nadie se atreva a admitir que una mamá solamente
puede ser mamá, que una mujer, nunca y por más que se esfuerce, podrá ser mamá
y papá. Porque el rol del padre es irreemplazable. Y no se trata de desconocer los enormes
esfuerzos de mujeres solas con sus hijos intentando llenar el vacío paterno. De
lo que se trata es de dar el lugar que le corresponde al vínculo padre-hijo-a.
Negar o restar importancia al dolor o al vacío que provoca la ausencia paterna,
no ayuda a ningún hijo a sentirse más amparado ni menos abandonado. Al margen
del discurso de la madre, es preciso permitir a los hijos la expresión de su
propia y genuina vivencia frente a la ausencia paterna.
Aunque tradicionalmente el
rol del padre se reservó a funciones meramente reproductoras o, en el mejor de
los casos proveedoras, ha surgido en los últimos años una nueva paternidad: el
papá moderno, un padre más activo en la crianza, más comprometido
emocionalmente con los hijos, sea que viva o no bajo el mismo techo con ellos.
Sin embargo, muchos de estos nuevos papás, además de enfrentar la dificultad de
aprender una tarea que nunca les enseñaron a desempeñar, también deben vencer
otro escollo: el territorialismo materno
que nace de la familia matricentrada. La mujer que ha sido criada y cría en
estas familias, aprende que la única manera de empoderarse dentro del ámbito
donde ha llevado siempre la batuta, es a través de la relación con los hijos, y
sin darse cuenta, en muchos casos (no en todos) se apropia de los hijos contribuyendo
a desplazar o anular al padre.
Aclaremos que familia matricentrada y matriarcado no son
la misma cosa. Bien lo explica el doctor Moreno cuando subraya que seguimos
funcionando en un patriarcado, donde la mujer es víctima muy frecuente de
violencia basada en género. Sin embargo el territorialismo materno existe, y es
un tema que aunque golpea sensibilidades y hace saltar resortes, hay que ponerlo sobre la palestra porque
obstaculiza la presencia fértil y protagónica del padre en las familias
venezolanas.
Territorialismo materno es
descalificar al padre y hacerlo ver como prescindible para los hijos.
Territorialismo materno es pensar o decirle al padre: “tú no sabes dar de
comer, vestir, higienizar, atender mejor que yo a nuestros hijos”.
Territorialismo materno es referirse constantemente al padre en términos que lo
descalifican: “Eres igualito a tu papá, irresponsable y mentiroso”, o simplemente
no hablar, ningunear e invisibilizar al padre. Territorialismo materno es impedir
que el vínculo padre-hijos sobreviva a la separación de la pareja: “Si te
divorcias de mí, pierdes a tus hijos”…
Pensemos un poco, ¿cómo aprende
a ser papá un hijo varón que no ha tenido un padre presente?, ¿cómo aprende a
ser pareja un hijo o una hija que siempre vio a su madre sola, desgastándose en
el objetivo imposible de ser madre y padre a la vez?. Si queremos un mundo más
humanizado, es imprescindible que activemos el rol protagónico del padre en la
crianza, que abramos la puerta y demos la bienvenida al padre comprometido
emocionalmente con sus hijos.
La solución es de
responsabilidad compartida por hombres y mujeres. Por una parte las mujeres
necesitamos aprender a ceder territorio en la crianza, y por otra, los hombres
necesitan aprender a involucrarse emocionalmente con los hijos y asumir
funciones y responsabilidades culturalmente sólo atribuidas a las mujeres. Tal
vez, al principio, el cambio se haga difícil porque ser papá comprometido o ser
pareja no se aprendió desde la infancia. El esfuerzo sin embargo, valdrá la
pena, será inversión segura a futuro. Progresivamente, en las generaciones
siguientes, papá ya dejará de ser una figura ausente, o aunque presente en el
hogar, poco significativa o nutritiva en
la vida de los pequeños.
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Twitter. @conocemimundo
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